(CÓMO REALIZAR VIAJES EXTRACORPORALES)
: ADVENTURES BEYOND THE BODY (1996)
Prefacio
Hace
quinientos años, un puñado de valerosos exploradores atravesó el
océano en busca de un nuevo continente, una tierra misteriosa, oculta
por un mar sin explorar del que no existía mapa alguno. Muchos
consideraron estos viajes como una pérdida de tiempo y de recursos. De
hecho, la civilización moderna se había desarrollado durante siglos sin
este tipo de exploración.
Contra
todo pronóstico, este grupo de exploradores se arriesgó a proseguir,
impulsados hacia lo desconocido por un ardiente deseo de descubrimiento.
Abandonaron la comodidad de sus hogares para embarcarse en un viaje
allende los horizontes conocidos. Afrontando sus temores y sus dudas,
así como los de la sociedad, se mantuvieron firmes en su propósito,
hasta que finalmente lograron su meta, su descubrimiento.
En
la actualidad estamos ante el mismo tipo de exploración: tenemos un
océano de energía sin explorar en espera de ser conquistado por quienes
posean la visión y el valor suficientes para ir más allá de los límites
de sus horizontes físicos. Como en el pasado, la visión del explorador
debe traspasar la frontera física. Igual que en el pasado, el
explorador debe poseer el impulso y la decisión de viajar allende los
límites conocidos por la sociedad y por la ciencia. Debe viajar solo,
lejos de las masas que se aferran a la firme seguridad de la tierra
firme.
Igual
que en el pasado, una sola razón impulsa a los exploradores: la
necesidad de descubrir por sí mismos, porque aceptar algo que no sea un
conocimiento de primera mano sería rendirse a las ideas y a las
suposiciones de quienes sólo conocen la tierra sólida.
En
este momento, cada uno de nosotros tiene la oportunidad de ir más allá
de las fronteras de lo físico y de convertirse en explorador.
Todos podemos compartir esta fantástica aventura.
Primera parte
LA EXPLORACIÓN DE LO MISTERIOSO
Capítulo 1
Los primeros viajes
La
experiencia más hermosa que podemos tener es lo misterioso. Es la
emoción fundamental de la que nace todo arte y ciencia verdaderos. Quien
no la conozca y ya no pueda sorprenderse ni maravillarse, es como si
estuviera muerto y sus ojos estuvieran cerrados.
Estas palabras, escritas por Albert Einstein hace ya mucho tiempo, se grabaron para siempre en mi mente.
Hace
veinte años creía firmemente que el mundo físico que vemos y
experimentamos era la única realidad existente. Creía lo que me contaban
mis ojos: que la vida no tenía misterios ocultos, sólo incontables
formas de materia que vivía y moría. Los hechos estaban claros, no
existían evidencias ni pruebas de mundos no físicos ni de que nuestra
existencia continuara después de la muerte. Ponía en duda la
inteligencia de los débiles mentales que aceptaban conceptos ilógicos
como el Cielo, Dios y la inmortalidad. Los consideraba cuentos de hadas
creados para consolar a los débiles y manipular a las masas. Según yo,
la vida era fácil de comprender: el mundo consistía en formas y materia
sólidas, y la vida después de la muerte y el Cielo no eran sino pobres
intentos humanos por crear una esperanza donde realmente no existía
nada.
Poseía
el conocimiento arrogante de quien juzga al mundo sólo con sus
sentidos físicos y apoyaba mis conclusiones en las abrumadoras
observaciones aportadas por la ciencia y la tecnología. Después de
todo, si existía algo misterioso, con toda seguridad la ciencia lo
tendría en cuenta.
Mis
firmes convicciones sobre la realidad y la vida continuaron hasta
junio de 1972. Durante una conversación con un vecino, mencionamos las
posibilidades de que existiera vida después de la muerte. Procedí a
presentar con vigor mis agnósticos puntos de vista. Para mi sorpresa, mi
vecino no rebatió mis conclusiones; en lugar de ello, me contó una
experiencia que había tenido varias semanas antes. Una noche, justo
antes dormirse, le impresionó descubrirse flotando encima de su cuerpo.
Completamente despierto y consciente, se asustó mucho y al
instante volvió a su cuerpo físico. Inquieto, me dijo que no fue sueño
ni imaginación, sino una experiencia completamente consciente.
Su
experiencia despertó mi curiosidad y decidí investigar por mí mismo
este extraño fenómeno. Después de varios días de búsqueda, descubrí
numerosas referencias históricas sobre las vivencias extracorporales.
Con cierto esfuerzo, descubrí un libro sobre el tema que describía cómo
se inducen las experiencias fuera del cuerpo. Todo el asunto me parecía
muy extraño y consideré que aquel libro era producto de una
imaginación desbocada.
Por
curiosidad, decidí probar una de aquellas técnicas antes de dormirme.
Después de repetidos intentos durante varios días, comencé a sentirme
un poco ridículo. En tres semanas, lo único singular que había
experimentado era que recordaba mejor mis sueños. Cada día me convencía
más de que todo aquel asunto era simplemente un sueño intenso o vívido,
estimulado por aquellas técnicas que supuestamente ayudaban a salirse
del cuerpo.
Una
noche, aproximadamente a las once, me dormí mientras estaba realizando
una de dichas técnicas y empecé a soñar que estaba sentado frente a
una mesa redonda con varias personas. Todos parecían formularme
preguntas relacionadas con mi desarrollo y mi estado de consciencia. En
ese momento del sueño, comencé a sentirme muy mareado y una extraña
somnolencia, como la que produce la novocaína, comenzó a extenderse por
todo mi cuerpo. Incapaz de mantener la cabeza erguida, perdí el
conocimiento, golpeando la mesa con la cabeza. Desperté al instante,
completamente consciente, acostado en la cama de cara a la pared.
Escuchaba un extraño zumbido y de algún modo me sentía diferente. Con el
brazo extendido, intenté tocar la pared que estaba frente a mí.
Entonces observé sorprendido que mi mano penetraba en el muro; podía
sentir su energía vibratoria como si tocara su estructura molecular
íntima. En ese momento comprendí la abrumadora realidad, ¡Dios mío, no estoy en mi cuerpo!
Impresionado, mi única idea fue ¡es real, Dios mío, es real! Acostado
en la cama, observé mi mano con incredulidad. Cuando intenté apretar
el puño, sentí la presión de mis dedos; sentía mi mano completamente
sólida, pero la pared física frente a mí parecía y se sentía como un
material denso y brumoso.
Decidido
a ponerme en pie, comencé a moverme sin esfuerzo hacia los pies de la
cama, con mi mente desbocada por la realidad que percibía. De pie,
palpé con rapidez mis brazos y mis piernas, para comprobar si eran
sólidos y, para mi sorpresa, me sentí completamente sólido,
completamente real. Pero a mi alrededor, los objetos físicos de la
habitación ya no parecían tan reales ni sólidos; en lugar de ello,
ahora parecían espejismos tridimensionales. Al mirar hacia abajo,
percibí un bulto grande sobre mi cama. Sorprendido, vi que era la forma
durmiente de mi cuerpo físico de cara al muro y en silencio.
Cuando
concentré mi atención en el lado opuesto de la habitación, la pared
pareció desaparecer de mi vista. Frente a mí, pude ver un campo amplio y
verde que se extendía mucho más allá de mi habitación. Entonces vi una
figura que me observaba en silencio a una distancia de aproximadamente
diez metros. Era un hombre alto, de cabello oscuro, con barba y una
túnica morada. Sobresaltado por su presencia, me asusté y al instante
«volví» a mi cuerpo físico. Con una sacudida penetré en mi cuerpo y
sentí una extraña sensación de adormecimiento y hormigueo que se
desvaneció cuando abrí los ojos. Muy excitado, me senté, con la mente a
punto de estallar al comprender lo que había ocurrido. Sabía que
aquello era absolutamente real, no un sueño ni tampoco cosa de mi
imaginación. La totalidad de mi consciencia personal había estado
presente en ello.
De
repente, todo lo que sabía de mi existencia y del mundo que me rodeaba
tenía que ser reevaluado. Siempre había expresado serias dudas de que
existiera algo más allá del mundo físico. En ese momento mi punto de
vista cambió totalmente. Supe con certeza que existen otros mundos y que
las personas como yo vivimos también en ellos. Y lo más importante,
supe que mi cuerpo físico era sólo un vehículo temporal para el yo
verdadero que está en su interior y que con la práctica podría separarme
del cuerpo a voluntad.
Emocionado
con mi descubrimiento, tomé un bolígrafo y papel y anoté exactamente
lo que había ocurrido. Numerosas preguntas llenaban mi mente. ¿Por qué
la inmensa mayoría de la raza humana desconoce este fenómeno? ¿Por qué
las diferentes ciencias y religiones no lo investigan? ¿Es posible que
este mundo invisible sea el «Cielo» mencionado en los textos
religiosos? ¿Por qué los gobiernos no exploran este mundo de energía
paralelo? ¿Es posible que nuestra abrumadora dependencia de las
percepciones físicas nos haya conducido a pasar por alto una increíble
vía de exploración y descubrimiento?
A
medida que desaparecía la conmoción inicial de mi primera experiencia,
comprendí que mi vida ya nunca sería igual. Cuanto más analizaba el
significado de mi experiencia, más profunda la sentía. Todas mis ideas
agnósticas habían desaparecido en una sola noche. Supe que tenía que
revalorar todo lo que había aprendido desde la niñez, todo lo que había
considerado verdadero. Era obvio que mis cómodas conclusiones acerca de
la ciencia, la psicología, la religión y mi existencia habían estado
basadas en una información incompleta. Me sentía emocionado, pero
inquieto, pues mis anteriores conceptos acerca de la realidad no
parecían ya válidos. Sentí un vacío cada vez mayor. En varias ocasiones,
al comentar con amigos lo que había experimentado, lo encontraron
demasiado extraño para tomarlo en serio. En 1972 el término experiencia extracorporal no se había acuñado todavía; en ese entonces la descripción más común era proyección astral y si
uno les contaba a los demás que había abandonado su cuerpo, pensaban
inmediatamente que estaría bajo el influjo de las drogas o que había
enloquecido. Rápidamente descubrí que tenía que guardarme mis
experiencias para mí o afrontar cierto grado de incredulidad e incluso
burlas.
Después
de mi primera experiencia fuera del cuerpo, mi mente desbordaba con
innumerables posibilidades y preguntas. Desesperado por obtener
información y guía, pasé varias semanas en bibliotecas y librerías en
busca de conocimientos sobre el tema. Pronto descubrí que había muy
poco; sólo se habían escrito unos cuantos libros sobre este tema, y algunos de ellos eran muy viejos y habían ya dejado de editarse. A finales de julio de 1972 me sentí solo.
Decidí
concentrarme en la técnica que me había funcionado. Consistía en
visualizar, mientras me dormía, un lugar físico que conociese bien.
Igual que había hecho antes, imaginé el salón de la casa de mi madre con
el máximo detalle posible. Al principio pareció difícil, pero después
de algunas semanas, podía dibujar los detalles de la habitación cada
vez con mayor claridad; comenzaron a definirse en mi mente los muebles,
los diseños de las telas, las texturas e incluso las pequeñas
imperfecciones de la madera y la pintura. Me di cuenta de que cuanto más
me imaginaba a mí mismo interactuando con los objetos físicos, más
detalladas se volvían mis visualizaciones. Con la práctica aprendí a
caminar físicamente por la habitación y a memorizar los elementos que
contenía. También aprendí la importancia de «sentir» el ambiente con mi
mente: la sensación de la alfombra bajo mis pies; la sensación al
sentarme en una silla, caminar, encender una lámpara o incluso abrir la
puerta. Cuantos más detalles incluía en mi visualización, más eficaces
eran los resultados. Aunque al principio fue un reto, después de un
tiempo fue divertido que mis visualizaciones cobraran vida en mi mente.
En ese momento decidí llevar un diario para registrar mis experiencias
extracorporales.
Anotación del 6 de agosto de 1972
Me desperté a las 4 de la mañana, después de tres horas y media de sueño y comencé
a leer un libro de experiencias fuera del cuerpo. Tras quince minutos
de lectura, sentí sueño y decidí visualizar el salón de mi madre. Lo
elegí porque lo conocía muy bien. Contenía varios artículos que yo había
hecho en la escuela: un cenicero de metal, un tope de madera para la
puerta y una acuarela marina. Mientras imaginaba la habitación,
lentamente desplacé mi atención hacia los artículos que yo había
elaborado. Lo más vívidamente que pude, me imaginé caminando por la
sala, observando los muebles y las cosas hechas por mí. A medida que me
concentraba en estos objetos comencé a ver la habitación con gran
claridad. Trasladé mi atención de un objeto a otro y me imaginé tocando
cada uno de ellos. Mientras me sumergía en las sensaciones y las vistas
del salón, me quedé dormido. En unos segundos, me despertaron intensas
vibraciones y un sonido estrepitoso en todo mi cuerpo. Me sentía como
si estuviera dentro del reactor de un avión y mi cuerpo y mi
mente estaban a punto de separarse por las vibraciones. Me impresionó y
me asustó la intensidad de las vibraciones y los sonidos, por lo que
volví a mi cuerpo. Cuando abrí los ojos estaba completamente aturdido y
una extraña sensación hormigueante se extendía por todo el cuerpo.
Durante los minutos siguientes, volvieron lentamente mis sensaciones
físicas normales. Apenas podía creer la intensidad de aquellas
vibraciones. Me quedé acostado y me pregunté qué eran aquellas
vibraciones y aquellos sonidos y qué los provocaba. Sabía que no eran
sensaciones físicas. Sólo pude suponer que de algún modo, tenían que ver
con mi forma no física, tal vez eran el reconocimiento de la
transferencia de mi consciencia desde mi cuerpo físico al no físico. O
tal vez simplemente fui consciente de una transición o de un cambio
vibratorio, necesario para tener la experiencia extracorporal. Fuese lo
que fuese, el hecho es que me asusté muchísimo. Sin embargo, estaba
decidido a encontrar lo que había detrás de esas extrañas vibraciones.
Debían tener una explicación lógica.
La
semana siguiente no ocurrió nada. Comencé a dudar de mí mismo y de mi
capacidad para lograr la experiencia. Pero una noche, aproximadamente a
las once, dormitaba mientras visualizaba el salón de mi madre. En
pocos minutos me desperté, sorprendido por un zumbido penetrante y
sintiendo vibraciones por todo mi cuerpo. Al abrir los ojos comprendí
que la mitad de mí estaba fuera del cuerpo. Mi primera reacción fue de
temor. Un pánico abrumador inundó mi mente y al instante volví a mi
cuerpo. Al abrir los ojos físicos, descubrí que mi cuerpo físico
estaba adormilado y hormigueaba; igual que antes, la sensación
desapareció lentamente y volvieron mis sensaciones físicas normales. Me
senté en la cama, impresionado por la intensidad de las vibraciones y
los sonidos. Recuerdo claramente que dije en voz alta, «¿qué diablos ha
sido eso?»
Al
repasar la experiencia comprendí que carecía totalmente de
preparación. Ante los primeros indicios de separación, un temor
instintivo parecía inundarme.
Durante
dos noches no ocurrió nada singular. La tercera noche me despertó una
vibración y un adormecimiento extraños, que se extendían desde la nuca
hasta el resto de mi cuerpo. Hice mi mejor esfuerzo por mantener la
calma y controlar mi temor, pero no pude. Me sentía completamente fuera
de control y muy vulnerable. Espontáneamente pensé en mi cuerpo físico y
vi con sorpresa que las vibraciones desaparecieron lentamente. Cuando
volvieron mis sensaciones físicas, me sentí decepcionado por haber
perdido una gran oportunidad de exploración. En un esfuerzo por
aprovechar el momento, me tranquilicé, dirigí mis ideas lejos del cuerpo
físico y comencé a estimular la vuelta de las vibraciones. (Lo
conseguí concentrándome en las sensaciones vibratorias que había
experimentado en la nuca.)
Quince
minutos después, ya tranquilizado y otra vez entre el sueño y la
vigilia, las vibraciones volvieron. Comenzaron en la nuca y se
extendieron por el cuerpo lentamente, haciéndome vibrar en lo que
parecía un nivel superior de frecuencia o de energía. En esta ocasión
conservé la calma y mi nivel de ansiedad disminuyó al darme cuenta de
que podía disfrutar aquellas sensaciones vibratorias si estaba preparado
para ellas. Un zumbido de tono alto parecía resonar en mi cuerpo y me
sentía lleno de energía y ligero como una pluma. Cuando pensé en flotar
percibí que me movía hacia arriba. Sentí que no pesaba nada y por
primera vez las sensaciones eran absolutamente maravillosas.
Floté
hasta el techo y lo toqué con mi mano. Sorprendido, comprendí que
tocaba la sustancia energética del techo. Al presionar mi mano en la
brumosa estructura molecular, sentí la hormigueante energía vibratoria
del techo. Cuando retire mi mano del techo, observé que mi brazo
brillaba con miles de luminosas chispas, blancas y azules. Por
curiosidad, estiré mi otra mano y toqué mi brazo y, para mi sorpresa,
parecía sólido. Al fijar la mirada en mi brazo, me hipnotizó la
profundidad y la belleza de aquellos puntos luminosos. Comprendí que mi
brazo era como un universo de estrellas. Es difícil de describir, pero
me sentía atraído hacia el universo que era yo. En ese instante volví a
mi cuerpo y las sensaciones de adormecimiento y hormigueo se retiraron
rápidamente cuando abrí los ojos, todavía con algo de miedo.
4 de octubre de 1972
Estuve
repitiendo en silencio la afirmación «estoy fuera del cuerpo», durante
diez o quince minutos mientras me vencía el sueño. Intensifiqué mi
afirmación todo lo posible al tiempo que me quedaba dormido. Casi al
instante me despertaron intensas vibraciones y un zumbido eléctrico que
me recorría todo el cuerpo. Me sobresalté y me inundó una intensa ola
de temor. Entonces me tranquilicé repitiendo «la luz me protege».
Lentamente se disipó el temor inicial mientras me veía rodeado por una
esfera de luz protectora. Pensé en flotar y sentí que me levantaba de mi
cuerpo físico. Me sentía ligero como una pluma, flotando lentamente
hacia arriba. Mientras me alejaba de mi cuerpo me di cuenta de que las
vibraciones y el zumbido habían disminuido a una tenue sensación
arrulladora. Sintiéndome más seguro, abrí los ojos y vi el techo frente a
mí a una distancia de medio metro. Me sorprendió que hubiera flotado
tan alto e instintivamente pensé en mi cuerpo sobre la cama. Al instante
regresé a mi cuerpo físico y percibí una extraña vibración cuando
volvieron rápidamente mis sensaciones físicas. Acostado en la cama y
repasando la experiencia, comprendí que las ideas dirigidas a mi cuerpo
físico me volvieron él. Supe que era posible observar mi cuerpo físico,
porque durante mi primera experiencia extracorporal, lo había
percibido con claridad. Sospeché que la clave para observar el cuerpo
físico era mantener la mente separada de lo emocional pero, lo más
importante, debíamos mantener nuestras ideas lejos de nuestros cuerpos
físicos; el más ligero pensamiento dirigido al cuerpo nos volvía a él
inmediatamente. Debí haber pensado en dar la vuelta mientras flotaba; y
luego debí haber observado mi cuerpo físico sin pensar en él.
2 de octubre de 1972
Desperté
a las 3:15 tras dormir tres horas y media (dos períodos REM) y me fui
al sofá del salón. Después de leer alrededor de cuarenta minutos, me
dio sueño y comencé a aplicar una visualización diferente. Me imaginé
como un brillante globo anaranjado lleno de helio. A medida que se
expandía el globo me sentía cada vez más ligero. Intensifiqué mi
visualización y la mantuve todo lo que pude. Mientras me quedaba
dormido me desperté al sentir intensas vibraciones y un zumbido por
todo el cuerpo. Reconocí que estaba preparado para separarme y pensé en flotar. Las vibraciones y los
sonidos disminuyeron rápidamente mientras me separaba y flotaba hacia
el techo. Por instinto, estiré los brazos para tocarlo pero, en lugar
de ello, mis manos penetraron lentamente en la hormigueante sustancia
vibratoria del techo. Sentí una ligera resistencia mientras las manos y
los brazos atravesaban el techo. Al moverme lentamente hacia arriba, mi
cuerpo penetró y atravesó el aislamiento, las vigas y el ático. Me
invadió una intensa emoción cuando atravesé el tejado y floté sobre la
casa. Pensé en ponerme en pie y al instante estaba erguido, parado en la
parte más alta de la casa. Al mirar alrededor, distinguí claramente la
antena de la televisión y la chimenea. Aunque era medianoche, el cielo
y todo lo que me rodeaba estaba parcialmente iluminado por un brillo
plateado. De pie encima de la casa, sentí una súbita necesidad de volar.
Extendí los brazos, me deslicé hacia abajo por el tejado y volé sobre
el patio. Lentamente descendí hasta llegar a un metro del suelo. Por
alguna razón me sentía cada vez más pesado y seguí descendiendo hasta
que estuve a sólo unos centímetros del césped. Pensé en «mantener el
control» pero era demasiado tarde. Caí de bruces sobre la hierba. En ese
preciso instante regresé a mi cuerpo físico. Volvieron mis sensaciones
físicas y me pregunté por qué había perdido el control. ¿Por qué me
volví tan pesado?
2 de noviembre de 1972
Me
despertó el sonido y la sensación de un zumbido intenso. Sentía como
si mi cuerpo y mi mente se separaran con las vibraciones. Al principio
me sorprendió la intensidad de las vibraciones, pero lentamente me
tranquilicé y concentré toda mi atención en flotar lejos de mi cuerpo
físico. En segundos lo hice y me alejé algunos metros de él. Noté que el
sonido y las vibraciones se retiraban después de la separación
completa. En su lugar quedó una serena sensación de calma. Sentía que no
pesaba nada y flotaba como una nube. Pensé en acercarme a la puerta y
pareció que automáticamente flotaba en esa dirección. Tenía una
abrumadora sensación de libertad que hasta entonces no había sentido.
Espontáneamente decidí volar y pensé en volar desde el tejado. Al
instante me acerqué al techo, lo atravesé y llegué al tejado como un
cohete. Me emocionó ver la rapidez de la respuesta y comencé a entender
que mis ideas son la energía de mi propulsión personal. Extendí los
brazos y me elevé cientos de metros en el aire. Debajo de mí vi los
edificios y las calles de mi vecindario. Percibí una leve sensación
tirante mientras me elevaba cada vez más sobre la ciudad de Baltimore.
La sensación tirante aumentó y entonces pensé en mi cuerpo. Al instante
regresé a él. Mi cuerpo físico estaba adormecido y hormigueante cuando
abrí los ojos.
A
medida que continuaron mis experiencias fuera del cuerpo, me
fascinaron las estructuras de energía no física que observaba. Con cada
experiencia me surgían más preguntas, hasta que fue para mí una
obsesión comprender la naturaleza de las formas no físicas que
encontraba. En un intento por comprender la relación entre los
ambientes físico y no físico, desarrollé una serie de experimentos
básicos. Por ejemplo, todos los días equilibraba un lápiz en el borde
de mi mesita de noche. Quería ver si, de algún modo, podía mover el
objeto físico con mi cuerpo no físico. Rápidamente descubrí que este
simple experimento era más difícil de lo que parecía. Mi mayor
obstáculo era intentar concentrarme en el experimento. En el momento de
la separación mi mente volaba con posibilidades ilimitadas, y mi
experimento parecía insignificante en comparación con las muchas
maravillas que existían a mi disposición.
Con
cada experimento comprendía mejor que mi estado de consciencia no
física era muy sensible y respondía al más ligero pensamiento. Las ideas
conscientes y subconscientes me impulsaban al instante en una
dirección específica. Aprendí rápidamente que mi mente subconsciente
ejercía mucho más control e influencia sobre mis acciones de lo que
jamás había imaginado. A menudo, una idea completamente espontánea
creaba una reacción inmediata. Por ejemplo, si pensaba en volar, lo
cual ocurría a menudo, volaba sobre mi vecindario inmediatamente,
atravesando el techo o los muros.
En
forma gradual, comprendí que era absolutamente esencial conseguir un
control consciente y absoluto durante los primeros segundos de la
separación. Para lograrlo, probé diferentes formas. Al principio intenté
concentrar toda mi atención en mi mano o en mi brazo inmediatamente
después de la separación. Con esto esperaba concentrarme en una sola
idea y lograr el control que buscaba. Esto provocó una extraña sensación
de sumergirme en mí mismo. Aunque era estimulante, el resultado final
no fue de control sino una sensación de estar hipnotizado y después
atraído a un universo resplandeciente con brillantes estrellas azules.
Insatisfecho
con los resultados, decidí tomar mi brazo no físico y concentrarme en
las sensaciones del contacto. Me sorprendía descubrir una sensación de
solidez en mi brazo no físico. Mi cuerpo no físico poseía una cualidad
vibratoria inherente; se sentía completamente sólido, pero percibía la
energía vibratoria de la sustancia de mi brazo. Rápidamente descubrí
que mi cuerpo de energía era «real» en todos los sentidos, y parecía
ser un duplicado exacto de mi cuerpo físico. También encontré que,
cuando mis ideas se concentraban en mi cuerpo no físico, sentía una
atracción hacia adentro, como si un profundo vacío en mi interior
tirase de mí.
Durante varios meses repetí este procedimiento de autoexamen y, así, probando y equivocándome,
aprendí acerca de mi cuerpo no físico. Después de numerosas
observaciones, comprendí que mi forma física era como un molde de
energía, de hecho, de energía consciente que asumía una forma temporal.
El cuerpo que experimentaba cuando estaba fuera de mi cuerpo físico
parecía el resultado de las expectativas de mi mente y de mis propios
conceptos. Además, reconocí que concentrándome en mi cuerpo no físico
creaba una fuerte tendencia de atracción interna hacia áreas que todavía
no comenzaba a entender. Llegué a la conclusión de que necesitaba otro
método para conseguir el control consciente.
Después
de casi un año, frustrado por los numerosos intentos fallidos de
conseguir un control completo, comprendí que estaba haciendo el proceso
más complicado de lo que debía ser. Durante una experiencia
extracorporal, espontáneamente grité: «¡Quiero control!» Inmediatamente
sentí que mi mente analítica mejoraba. Estaba en pie, a los pies de la
cama y mi visión funcionaba, pero permanecía ligeramente desenfocada,
por lo que grité «¡claridad!» Automáticamente mi visión se enfocó y
sentí que subía un torrente de energía y de consciencia por mi cuerpo y
mi mente. Me quedé fascinado. Por primera vez sentí un control
completo: estaba presente toda mi consciencia interna y me sentía mejor
que en mi estado de consciencia físico normal. Mis pensamientos eran
claros y muy vivos.
De
repente comprendí que la clave para lograr el control era simplemente
pedir un control de consciencia completo justo después de la
separación. También empecé a entender la importancia de concentrar mis
pensamientos y la necesidad de ser muy concreto cuando pedía algo. En
una ocasión, inmediatamente después de la separación, dije en voz alta
«quiero consciencia completa al despertar» y al instante volví a mi
cuerpo físico. Descubrí que esa parte de mi mente tomaba mis
pensamientos al pie de la letra. Al elegir torpemente la palabra
despertar, la interpretó como el despertar físico. Después de varios
meses de experimentar con distintas frases, me di cuenta de que
inadvertidamente me había programado para pensar «control» durante cada
experiencia extracorporal. Pronto descubrí que lo hacía
automáticamente en el momento en que flotaba y me alejaba de mi cuerpo.
Después de un año de pruebas y equivocaciones, supe que finalmente
estaba en el camino correcto.
En
este periodo proseguí con mis experimentos del lápiz. Durante varias
experiencias extracorporales, intenté mover el lápiz que permanecía en
equilibrio sobre la mesita de noche y me sorprendió descubrir que la
frecuencia (la densidad) vibratoria de mi cuerpo no físico parecía
determinar si el lápiz, o incluso la habitación, eran visibles para mí o
no. Lentamente comprendí que el ambiente que observaba no era el mundo
físico, como había supuesto. Comprendí que las estructuras que
normalmente observaba cuando estaba fuera del cuerpo eran estructuras no
físicas. En forma gradual, todo empezó a integrarse en un concepto
total. Comprendí por qué había ligeras diferencias entre los muebles
físicos y los no físicos, al igual que entre los demás objetos. Por
ejemplo, a menudo los muros no físicos tenían un color diferente, y
también eran distintas las formas y los estilos de los muebles y de las
alfombras. Estas diferencias solían ser mínimas, pero perceptibles.
Para
que yo pudiera ver mi entorno físico normal, mi frecuencia vibratoria
interna debía ser relativamente densa o lenta. También observé que el
simple acto de pedir consciencia y claridad parecía aumentar
automáticamente la frecuencia de mi cuerpo no físico.
En
un esfuerzo por hacer más realistas mis experimentos, puse lápices en
tres zonas distintas que normalmente atravesaba al dejar mi cuerpo.
Esperaba ver los lápices a un lado o al pie de la cama cuando pasara a
través de ellos. Recuerdo que en una ocasión mi madre me preguntó «¿por
qué dejaste ahí esos lápices?» Imagine lo difícil que es explicar esto a
alguien sin parecer loco.
Tras
varias semanas, después de la separación finalmente me concentré en
uno de los lápices. Al ir hacia el lado de la cama, me concentré en el
lápiz que estaba en la orilla de la cómoda. Al principio, mi visión
parecía borrosa, como desincronizada, por lo que exclamé en voz alta
«¡claridad!» Al instante mi visión se enfocó. Pude ver claramente el
lápiz frente a mí; sin embargo, parecía una forma tridimensional
brumosa con sustancia. Me acerqué, lo toqué con la mano y capté una
ligera sensación vibratoria mientras mis dedos atravesaban la sustancia
del lápiz. Frustrado, lo intenté de nuevo pero con los mismos
resultados. Concentrando mi atención, comprendí que mi cuerpo no físico
era obviamente menos denso que el lápiz y espontáneamente dije
«necesito más densidad». Con un sobresalto, volví a mi cuerpo físico.
Cuando recuperé mis sensaciones físicas, no pude evitar reírme: se
había cumplido mi petición. Recordé que las peticiones que yo hacía
estando fuera del cuerpo eran tomadas literalmente. Parecía que había
poco espacio para interpretaciones o matices. Debía recordar que
necesitaba ser muy específico en cada petición. Tal vez algo como
«quiero mover este lápiz» hubiera sido más eficaz.
Algunos
años después, practicando la autohipnosis con una vela encendida, tuve
una experiencia que tiene que ver con esto. Después de la separación
me puse en pie junto a la vela y decidí apagarla de un soplido. Para mi
sorpresa, se apagó inmediatamente. Al volver a mi cuerpo físico, abrí
los ojos y descubrí que la vela física todavía estaba ardiendo. Después
de analizar lo ocurrido comprendí que debí haber apagado una vela en
una dimensión paralela muy cercana a la física. Esta dimensión es un
duplicado del mundo físico, formado con energía relativamente densa.
Este
experimento es importante porque nos da la evidencia de que los
ambientes y los objetos que se encuentran durante los viajes fuera del
cuerpo existen de un modo independiente del universo físico. Al parecer
no estamos observando el mundo físico desde una perspectiva diferente,
como muchos creen, sino interactuando en una dimensión paralela, pero
separada.
21 de junio de 1973
Me
desperté a las 5:00 de la mañana y me pasé al sofá. Después de leer
unos quince minutos, me dio sueño y decidí probar algo nuevo. Tomé una
hoja de papel y comencé a escribir afirmaciones extracorporales. «Ahora
estoy fuera de mi cuerpo». Mientras las escribía, las repetía
verbalmente. Después de escribir aproximadamente cincuenta, apenas podía
mantener los ojos abiertos. Mientras me quedaba dormido, repetí las
afirmaciones mentalmente.
Me
despertó un extraño adormecimiento y vibraciones en todo el cuerpo.
Permanecí lo más tranquilo posible y me concentré en la sensación de
flotar hacia arriba. Después de varios segundos, sentí que me elevaba y
salía del cuerpo. Me quedé en pie junto a mi cuerpo y caminé hacia la
ventana. Mi visión estaba desenfocada y pedí claridad. Sólo mejoró un
poco, por lo que repetí la petición, esta vez en forma más resuelta:
«¡necesito claridad ya!» Al instante, mi consciencia se aclaró. Sentí mi
cuerpo más ligero y con más energía. Estaba vibrantemente despierto y consciente y decidí
volar. Estiré los brazos, di un pequeño salto y atravesé volando el
techo, hasta llegar a cientos de metros sobre mi vecindario. Giré mis
brazos ligeramente y me equilibré. Era muy estimulante. Me sentía
completamente libre y volé sobre la ciudad de Catonsville. Aunque era de
noche, el paisaje estaba iluminado con un brillo plateado. Debajo de
mí, las casas y las calles parecían un jardín de Navidad. De repente,
percibí una sensación tirante en la espalda y espontáneamente pensé en
mi cuerpo. Esto me hizo regresar, con un sobresalto. Desperté con un
ligero adormecimiento y un hormigueo en todo el cuerpo.
3 de julio de 1973
Desperté
con el sonido y la sensación de un zumbido intenso. Sentía como si mi
cuerpo y mi mente estuvieran dentro de un motor. Al principio, me
sorprendió la intensidad de las vibraciones, pero lentamente me
tranquilicé y dirigí toda mi atención a la idea de flotar lejos de mi
cuerpo. Me separé y floté hacia el techo. Después de la separación
observé que había desaparecido el atronador sonido. Mientras flotaba a
un metro y medio por encima de mi cuerpo, las vibraciones fueron
sustituidas por una sensación de calma. Parecía que no pesaba nada y
flotaba como una nube. Ante la simple idea de avanzar hacia la puerta,
me vi impulsado automáticamente en esa dirección. Concentrando mis
ideas, pensé en el salón y floté directamente allí. No podía creer que
fuera tan fácil y natural. Pensé en ponerme en pie y ya estaba en pie en
el salón examinando lo que me rodeaba. Todo me parecía familiar,
excepto que los muros tenían un color amarillo claro en lugar de blanco y
algunos de los muebles eran ligeramente distintos de sus contrapartes
físicas. Por ejemplo, una antigua mecedora con una cabeza de león se
veía igual, pero la mesa del café era diferente. La mesa física era de
estilo moderno, mientras que su contraparte no física parecía del siglo
XVIII.
Mientras
miraba en derredor comprendí que veía a través del contorno brumoso de
los muros físicos. Cuando me concentré en el muro del salón,
parecieron desvanecerse su forma y su sustancia hasta llegar a
desaparecer. Tenía ante mí un ambiente completamente nuevo, una pradera
irregular que se extendía hasta donde me alcanzaba la vista. Avancé
varios pasos y entré al nuevo terreno. Mientras observaba la pradera,
me di cuenta de que había un hombre a unos veinte metros de distancia.
Me observaba atentamente pero no se acercaba. Durante varios minutos,
miré en dirección a él. Tenía el cabello oscuro, una barba bien
afeitada y una túnica morada que le llegaba hasta las rodillas.
Reconoció mi mirada asintiendo con la cabeza y esbozando una breve
sonrisa. La situación era abrumadora. Me sentía inquieto y no sabía qué
hacer. ¿Debía acercarme y hablar con este extraño o evitarlo? Mi
dilema se resolvió rápidamente pues antes de darme cuenta estaba de
vuelta en mi cuerpo físico. Acostado en mi cama me asaltó la idea de
que este hombre podía ser la misma persona que vi durante mi primera
experiencia fuera del cuerpo. Cuanto más revisaba su aspecto, más me
convencía de que este hombre no era un residente no físico «ocasional»;
más bien parecía observar todos mis movimientos. También era evidente
que no tenía intención de acercarse o comunicarse conmigo. Supuse que
sabía que un movimiento de su parte hacia mí probablemente me hubiera
asustado; el simple hecho de ver a alguien fue ya bastante inquietante.
Durante varios días, la curiosidad en relación con este hombre ocupó
mi mente. ¿Qué intentaba y qué se proponía? Me preguntaba si sería
algún tipo de guía que observaba mi progreso. Además, me preguntaba si
todos los que se aventuran fuera del cuerpo tienen alguien que los
observe. Era evidente que él no deseaba interferir; de hecho, cuando lo
vi pareció casi sorprendido. Sólo pude especular que probablemente
observaba mis experiencias extracorporales desde un nivel vibratorio
ligeramente diferente para que yo no lo viera. Cuando concentré mi
atención, debí elevar mi frecuencia vibratoria y entonces pude ver más
allá de mi ambiente normal. Al comparar esta experiencia con la
primera, comprendí que fueron similares en muchos aspectos. La
principal diferencia estribó en que está vez mi control y mi visión
habían sido mejores.
Cuanto
más analizaba mis experiencias, más comprendía que debía volver a
valorar todo lo que creía cierto o consideraba verdadero. Por ejemplo,
el «hecho» largo tiempo aceptado de que nuestra consciencia es el
resultado de una actividad electroquímica dentro del cerebro resultaba
una conclusión risible obtenida partiendo de información obviamente
incompleta. Ahora sabía que el cerebro tenía otras funciones,
posiblemente como un elemento de transferencia biológica entre la mente
no física y el cuerpo físico. Me quedó claro que el cerebro físico es
similar al disco duro de un ordenador, que almacena la información y los
recuerdos necesarios para apoyar y hacer funcionar nuestro vehículo
biológico temporal.
Conforme
continuaron mis experiencias extracorporales, esta observación se
confirmó una y otra vez. Una cosa era cierta, yo podía pensar sin mi
cerebro físico; podía crear, analizar y recordar ideas. También
reconocía que existían diferencias definidas. Por ejemplo, cuando estaba
fuera del cuerpo, era más espontáneo y sincero que en mi cuerpo
físico. Me sentía motivado a hacer cosas que ni siquiera se me hubieran
ocurrido mientras estaba en mi cuerpo. Por ejemplo, a menudo pensaba
en volar e instantáneamente salía de la habitación y planeaba sobre el
vecindario o me encontraba volando sobre extraños paisajes que ni
siquiera identificaba. A veces sospechaba que estaba siendo dirigido por
una parte mía desconocida y más expansiva. Con frecuencia mis ideas
espontáneas me conducían a situaciones y experiencias que me permitían
discernir áreas o sucesos relacionados con mi pasado o mi presente. En
numerosas ocasiones, no comprendí la razón de estas experiencias hasta
semanas o incluso años después.
La
experiencia siguiente me produjo un efecto profundo. Por primera vez,
comprendí en realidad el potencial ilimitado de las exploraciones no
físicas.
9 de julio de 1973
Alrededor
del mediodía decidí dormir una siesta. Visualicé el salón de mi madre
mientras me quedaba dormido. Una sensación de adormecimiento y
hormigueo se extendió por mi cuerpo. Disfrutaba dicha sensación y salí
con facilidad de mi cuerpo. La emoción me embargaba mientras me dirigía
hacia los pies de la cama. Al mirar a mi alrededor, sentí la súbita
necesidad de ver a una joven que vivía en el apartamento que estaba
arriba del mío. Al instante, subía flotando y sentí que mi cabeza
atravesaba el techo. Durante un momento me atoré en el techo y me empezó
a dar miedo. Dije en voz alta «abajo» y al instante me encontré en el
suelo. Con una sensación de alivio me tranquilicé y me concentré. Me
dirigí a la puerta de mi habitación y entré. Mientras cruzaba la puerta
sentí una leve sensación hormigueante, pero no tuve ningún problema; de
cerca, la puerta tenía un aspecto brumoso. Entré en el salón caminando
normalmente, me dirigí hacia la puerta principal cuando de repente, a
mi derecha, escuché claramente una voz de hombre llamándome por mi
nombre.
-¡Willie!
Sobresaltado,
busqué a mi alrededor y vi que había un hombre sentado en el sofá.
Parecía tener casi treinta años y, de algún modo, sentía que lo conocía.
-Willie, me alegro de verte.
Reconocí su voz y supe inmediatamente que era mi tío Hilton. Impresionado por su presencia, sólo lo miré mientras él me hablaba.
-Apuesto a que te sorprende verme.
Se rió y continuó.
-Tuve algunos problemas con el techo.
Me acerqué y le dije:
-Tío Hilton, ¿en verdad eres tú?
Volvió a sonreír.
-Sí, soy yo.
Lo observé atentamente. Parecía veinte años más joven y mucho más delgado que cuando murió.
Parecía que le divertía mi mirada y dijo:
-Vaya, estoy tan sorprendido como tú de que hayas venido a verme.
Su tono se hizo más serio.
-Willie, ¿cómo has aprendido a hacer esto?
Su pregunta me sorprendió y contesté.
-Simplemente lo intenté y funcionó.
-Pocas personas pueden hacer lo que hiciste. Todos estamos muy sorprendidos.
Me observaba, esperando mi respuesta.
Mientras
lo miraba, la realidad de la situación resultaba abrumadora. Por
alguna razón, sentí una súbita necesidad interna de volar.
-Tío Hilton, debo irme.
Sonrió y asintió mientras yo caminaba hacia la puerta.
Salí
por la puerta principal y vi un extenso campo verde. (Mi entorno
físico era un complejo de apartamentos.) Salí y extendí los brazos. Mis
ganas de volar parecían impulsarme en el aire como un cohete. Extendí
los brazos, me equilibré e intenté controlar el vuelo. Cuando miré
hacia abajo, distinguí con claridad la carretera 40. Decidí seguirla y
volar hacia el oeste a cientos de metros sobre el suelo. Una emoción y
una libertad intensas surgían de todas las partes de mi ser. Al dirigir
mi vista hacia abajo, vi con claridad la carretera, las casas y
urbanizaciones enteras. Mientras pasaba por Ellicot City, sentí una
sensación tirante en el centro de mi espalda y pensé en mi cuerpo. En un
segundo regresé a mi cuerpo físico y sentí un hormigueo y un
adormecimiento ligeros que se disiparon con rapidez.
Tan
pronto como volvieron mis sentidos físicos, busqué los viejos álbumes
fotográficos de mi madre y en ellos una fotografía de mi tío fallecido.
Pasando las páginas deprisa, finalmente encontré una foto suya en la
que era un joven de veinte años. Sin duda la fotografía es la imagen
exacta del hombre que vi.
Mientras
repasaba esta experiencia, quedaron claras dos cosas. Primero, era
evidente que continuábamos después de la muerte. Aunque supe esto desde
mi primera experiencia extracorporal, se volvía más evidente cuando uno
veía y hablaba con una persona fallecida a quien se había conocido. En
esto no parecía haber error; el hombre con quien había conversado era
definitivamente mi tío. Segundo, me asombró que mi tío parecía estar en
el apogeo de la vida -le calculé unos treinta años. De hecho, estaba
tan joven que no lo reconocí en el acto (al menos visualmente). Su voz
inconfundible y el que me llamara «Willie» me aclararon su identidad.
Mi tío era la única persona que alguna vez de llamó Willie; los demás
me decían William o Bill.
Al
morir mi tío, tenía cuarenta y cuatro años y exceso de peso; sin
embargo, cuando lo vi, parecía joven, delgado y con buena salud. Me
parece probable que después que abandonamos nuestro cuerpo físico al
morir, asumimos la forma de energía moldeada o influenciada por nuestro
concepto de nosotros mismos. Desde que aprendí que las energías no
físicas responden naturalmente a las ideas, me parece razonable que
nuestras ideas y la imagen de nosotros mismos influyan en nuestra
energía personal. Me parece probable que asumamos la forma no física que
se adapte mejor al concepto que tenemos de nosotros mismos. En este
caso, no puedo evitar preguntarme qué aspecto tendré cuando deje mi
cuerpo. ¿Igual que mi cuerpo físico? También me pregunto si mi forma
cambiará si altero intencionalmente la imagen que tengo de mí mismo.
Suena un poco extraño, pero me parece posible que nuestra forma no
física también sea un vehículo temporal, igual que el cuerpo físico. Me
pregunto qué sucedería si (cuando estoy fuera de mi cuerpo) me
concentrara en cambiar la forma de mi cuerpo no físico.
Durante
varias semanas, el encuentro con mi tío ocupó mi mente. Estaba seguro
de que sintió sorpresa y curiosidad acerca de mi capacidad para
abandonar el cuerpo, sin embargo, también parecía esperarme, parecía
saber que yo entraría en el salón. Tal vez esa fue la razón de que no
pudiera atravesar el techo cuando lo intenté. Es posible que, de alguna
manera, fuese dirigido hacia el salón. Además, tuve la extraña
sensación de que había alguien sentado junto a él. Es difícil de
explicar, pero sentí a alguien más allí y estaba seguro de que durante
un momento percibí el sutil contorno de una mujer.
Seguí
el modelo que antes me había funcionado. Me despertaba a las siete en
punto y me preparaba para una clase que tenía en la universidad a las
nueve. Después de mi clase volvía al apartamento de mi madre y leía
hasta que me entraba el sueño. Generalmente al mediodía comenzaba a
aplicar mi técnica para salirme del cuerpo. Seguí experimentando con
diversos métodos pero encontré que el más sencillo funcionaba mejor. Iba
a mi habitación, me acostaba y me veía caminando por el salón,
examinando todos sus pequeños detalles. A menudo tomaba tres o cuatro
objetos de la habitación y me esforzaba por imaginarlos con claridad en
mi mente. No comprendía y ni siquiera pensaba en la mecánica de lo que
hacía; sólo sabía que funcionaba.
Aproximadamente
un 30 por ciento de las veces, después de adormecerme me encontraba
sentado, flotando o rodando fuera de mi cuerpo. Las sensaciones durante
la separación normalmente eran similares: un zumbido acompañado por una
sensación vibratoria interna o de intensa energía, que se extendía por
mi cuerpo. En el apogeo de las vibraciones, mentalmente me indicaba a
mí mismo que saliera del cuerpo levantándome o girando. Prefería
levantarme porque cuando giraba me sentía desorientado. Descubrí que la
forma más fácil era simplemente levantarme y alejarme caminando de mi
cuerpo. Parecía que de esta manera mantenía un control más consciente
sobre mi cuerpo de energía. Es posible que los movimientos que parecían
físicos y que se asociaban con caminar tuvieran un efecto
estabilizador.
14 de septiembre de 1973
Mientras
me daba sueño, repetí mentalmente mi afirmación normal «estoy fuera de
mi cuerpo». Al mismo tiempo, visualizaba objetos del salón de mi
madre. Unos quince minutos después me salí.
De
repente, me despertó el sonido de un disparo cerca de mi cabeza. Mi
cuerpo estaba completamente adormecido y un abrumador flujo de energía
me recorría. Sentí temor e instintivamente pensé en mi cuerpo físico.
Con un sobresalto, volví a mi cuerpo y busqué por la habitación el
origen del sonido. Después que recuperé mis sensaciones físicas,
comprendí que no había sabido manejar la experiencia. Supuse que el
disparo fue un sonido interno, provocado tal vez por el hecho de
separarme de mi cuerpo físico y por haber interrumpido un punto de
conexión en algún lugar de mi cabeza. Hay la teoría de que todos
nosotros estamos conectados a nuestros cuerpos físicos en siete puntos
de energía y que un sonido de estallido fuerte puede indicar que ocurre
una separación en la glándula pineal o cerca de ella. Hasta este
momento, no tengo ninguna evidencia que apoye esta teoría, pero debo
admitir que mi experiencia es muy similar a los sonidos descritos por
Sylvan Muldoon y Paul Twitchell.
Son escasas las investigaciones acerca de las sensaciones y sonidos asociados con las experiencias extracorporales.
Espero
que en un futuro cercano esto cambie. Si consideramos su enorme
potencial, resulta lógico que deban realizarse más investigaciones. Creo
firmemente que las investigaciones futuras revelarán nuevos datos
sobre la naturaleza y en el origen de la consciencia.
25 de octubre de 1973
Me
estaba adormeciendo cada vez más, mientras repetía la afirmación:
«ahora estoy fuera de mi cuerpo». A continuación percibí que estaba
sentado en la cama completamente consciente y observando la habitación.
Las vibraciones fluían mientras me levantaba y me separaba de mi
cuerpo, atravesé el muro de la habitación y entré a un nuevo ambiente.
Recorrí un camino o sendero, alrededor del cual había un amplio espacio
plano. En la distancia hay una torre transmisora de radio. Sentí un
fuerte impulso de llegar a ella y me dije «debo llegar a la torre». Al
instante estuve más cerca de ella. Directamente frente a mí había
docenas de viejos cubos metálicos de basura que me bloqueaban el paso.
Comencé a hacerlos a un lado y pregunté en voz alta «¿qué representan
estas cosas?» En ese instante, una serie de imágenes vívidas apareció
en mi mente; no pude identificar si se originaban dentro o fuera de mí.
«Muy bien, comienzas a comprender. Estás en una región vibratoria
superior, en un entorno que responde a las ideas. Tu mente crea lo que
percibes a tu alrededor. Tu mente interpreta el entorno de acuerdo con
las formas y los puntos de referencia con los que puede relacionarlo».
Mi
mente estaba colmada de emoción. Por primera vez, comprendía lo
evidente. El sendero era mi camino, la dirección de mi vida. Los botes
de basura eran desperdicios que frenaban mi avance: mis temores, mis
limitaciones y mis vínculos. Debía retirar de mi sendero todas aquellas
cosas para avanzar y alcanzar mis metas espirituales.
Durante
un momento, observé los bidones de basura; parecían viejos y
maltratados. Con una sensación de intensa alegría y satisfacción, los
quité de mi camino. Una descarga de energía me recorrió mientras
limpiaba mi camino de obstáculos. Me sentí lleno de energía mientras me
dirigía a la torre de radio y descubría que estaba directamente junto a
ella. Mientras la rodeaba, percibí una súbita e intenta sensación de
tirantez. Supe que tenía que volver a mi cuerpo.
Ante
la idea de mi cuerpo físico al instante estuve dentro de él. Abrí los
ojos y comprendí que mi vejiga estaba llena. Me molesté conmigo mismo
por no planear mejor. Sentía mucha curiosidad por la torre de radio y
por lo que representaba exactamente. ¿Por qué no podía encontrar la
puerta? Tenía una idea, pero necesitaba confirmarla. También me
preguntaba acerca de la comunicación que recibí. Era difícil de
explicar, pero estuvo muy clara en mi mente; parecían más imágenes que
palabras. Y algo muy importante, comprendí que esa experiencia era
diferente de las anteriores. Había entrado ¡en un entorno completamente
distinto, en un mundo no físico que parecía separado del ambiente tipo
físico que normalmente experimentaba. Además, lo que me rodeaba parecía
responder con facilidad a mis pensamientos. De algún modo me sentí
diferente, más ligero, con más energía. No lo comprendí realmente, pero
supuse que aquello era importante.
12 de noviembre de 1973
Sentí
una ligera liberación y la sensación de movimiento rápido. De repente
estaba en una catedral, en pie ante un púlpito elevado. Me sentía muy
cómodo y subí hacia el púlpito. Estaba preparado para dirigirme a la
multitud, pero cuando miré comprendí que no había nadie. Confuso e
inseguro de lo que debía hacer, volví a mi cuerpo y me encontré sentado
en la cama completamente despierto y consciente. Sorprendido, pensé:
«Es extraño; nunca había tenido una experiencia fuera del cuerpo
mientras estaba sentado». En ese momento me di cuenta: no estaba en mi
cuerpo físico. Miré a mi alrededor y vi a mi cuerpo en la cama,
profundamente dormido. Una ola de emoción me inundó cuando comprendí
que la experiencia de la catedral me ocurrió en un cuerpo de energía
completamente diferente. Por primera vez lo comprendí: la «sensación» de
los dos cuerpos no físicos era notablemente distinta. El cuerpo de
energía en el que estaba ahora era mucho más denso, casi físico, en
comparación con la ligereza del segundo cuerpo de energía.
Con
esa experiencia, comprendí que el primer cuerpo no físico (denso) es
en realidad un duplicado del físico, mientras que el segundo posee una
frecuencia vibratoria más fina, como la energía pura, dispuesto para
responder al más ligero de mis pensamientos. Cuanto más pensaba en lo
que acababa de comprender, más emocionado me sentía. Sabía que había
hecho un descubrimiento importante porque entonces entendí cuán limitado
está en realidad el primer cuerpo de energía. Esto también explicaba
por qué varían tanto mi capacidad y mis percepciones cuando estoy fuera
del cuerpo. En teoría, debía ser capaz de moverme en forma consciente
de una forma de energía a otra. En cierto sentido, debía ser capaz de
desechar el primer cuerpo y cambiar al segundo a voluntad. Estaba
ansioso por mi siguiente experiencia para probar mi teoría.
Durante
una semana lo intenté sin éxito; finalmente sucedió. Después de dormir
cinco horas, me desperté a las 6:00 de la mañana y me pasé al sofá.
Tras leer durante 15 minutos, me dio sueño y repetí mi afirmación
favorita «estoy fuera de mi cuerpo» unas cuarenta o cincuenta veces,
mientras me quedaba dormido.
Reconocí
inmediatamente el estado vibratorio, me levanté de mi cuerpo físico y
di varios pasos hacia la puerta. En lugar de atravesarla como lo hacía
normalmente, solicité claridad y pedí con firmeza experimentar mi
segunda forma de energía: «ahora paso a mi cuerpo superior». Sentí una
descarga de energía y al instante estaba en un ambiente completamente
nuevo. Me encantó; había funcionado.
Me
sentía lleno de energía y ligero como una pluma; mi mente cobró vida
ante aquellas posibilidades. Por costumbre, solicité claridad y mi mente
se despejó. Por primera vez comprendí en realidad lo que significaba
ser consciente. Mis ideas se hicieron más rápidas, más vibrantes y más
vivas que nunca antes. Es difícil de describir, pero me sentía
increíblemente efusivo, sin temores ni límites. Comprendí que nuestro
estado físico de consciencia es una percepción débil, como un sueño
brumoso. Además, me di cuenta de que el primer cuerpo no físico es muy
parecido al físico.
Al
analizar esta experiencia, recuerdo que se dio un cambio gradual en mi
cuerpo no físico. Se hizo evidente que conforme aumentaba mi
frecuencia energética personal, automáticamente me interiorizaba hacia
regiones no físicas del universo. Este descubrimiento es importante. A
medida que exploramos hacia adentro, no sólo cambia nuestra frecuencia y
nuestra densidad, sino también nuestra forma no física. Después de
experimentar este cambio en varias ocasiones, no pude ya ignorar la
importancia del descubrimiento. La frecuencia energética de nuestros
cuerpos se relaciona directamente con la frecuencia de nuestro entorno
inmediato. Como resultado, cuando alteramos nuestra frecuencia
personal, automáticamente vamos hacia el nivel de energía no física del
universo que corresponde a nuestra propia frecuencia interna. Una vez
que conseguí cierto grado de autocontrol sobre mis exploraciones no
físicas, comencé a experimentar conscientemente la alteración de mi
frecuencia.
Descubrí que, cuando se está fuera del cuerpo, esto se consigue sencillamente pidiendo un cambio de energía.
Durante
dos años había creído que me movía en forma lateral de un área a otra
dentro de la misma dimensión, pero ahora la sorprendente verdad se hizo
evidente. No me había movido en forma lateral, sino hacia dentro del
universo, pasando de un entorno energético a otro. El movimiento lateral
era diferente; sus sensaciones generalmente eran más físicas. Después
de experimentar muchas veces, llegué a una serie de observaciones.
Primero, cuando pedimos un cambio, nuestro cuerpo de energía no físico
responde inmediatamente a nuestra petición. Segundo, cuando hacemos la
petición de elevar nuestra frecuencia vibratoria o interiorizarnos,
nuestra consciencia automáticamente nos impulsa a un área del universo
con una frecuencia más alta. Y tercero, nuestra frecuencia interna
siempre se corresponde con la de la nueva dimensión o entorno que
experimentamos.
Con
la práctica es posible alterar y controlar en forma consciente la
frecuencia vibratoria de nuestros cuerpos no físicos. Este proceso es la
clave para lograr un verdadero control y una libertad ilimitada
mientras estamos fuera del cuerpo. Con este conocimiento, es posible
moverse de una dimensión energética a otra con un absoluto control
consciente y, lo más importante, se nos ofrece la posibilidad de
explorar todo el universo multidimensional. Este movimiento interior,
cuando está controlado, nos permite convertirnos en seres
interdimensionales completamente conscientes. El siguiente es un
ejemplo.
12 de marzo de 1974
Al
mediodía repetí mis afirmaciones usuales: «estoy fuera de mi cuerpo» y
lentamente me adormecí. En segundos sentí el estado vibratorio, me
desprendí de mi cuerpo físico dormido y me acerqué a los pies de la
cama. Inmediatamente pedí «¡claridad!» y mi visión mejoró.
Sintiéndome
equilibrado, dije en voz alta «ahora paso a mi interior». Percibí
entonces una sensación de movimiento interno rápido, como si fuera
atraído hacia un profundo vacío dentro de mí. La sensación de vacío era
tan intensa que grité «falto!» Al instante aquel movimiento cesó y
comprendí que estaba en un nuevo ambiente. Estaba en el exterior en un
hermoso lugar parecido a un parque. Mi visión era brumosa, por lo que
repetí mi petición «¡claridad!» Mi visión y mis ideas parecieron caer en
su lugar. Mi cuerpo se sentía más ligero y energético. Intenté
permanecer tranquilo mientras las ideas se me desbocaban. Miré hacia
abajo y sentí mi cuerpo. Tenía una forma reconocible, muy parecida a mi
cuerpo no físico normal; sin embargo, esta forma se sentía más ligera y
energética que mi primer cuerpo de energía. Emocionado con mi éxito,
dije en voz alta «ahora paso al siguiente nivel». Al instante fui
atraído hacia adentro a una velocidad increíble. Apenas pude soportarlo y
empezaron a crecer mis temores. En pocos segundos, el movimiento
interno se detuvo abruptamente y me hallé flotando en otro extraño
ambiente. Esta vez se veían pocos objetos, pero sentía una intensa
energía a mi alrededor. Al observar el lugar, comprendí que no
necesitaba volver la cabeza; parecía que veía el lugar donde dirigiera
mis pensamientos y podía ver en todas las direcciones al mismo tiempo.
Miré mi cuerpo pero no aprecié nada que pudiera describir; era como un
punto de vista de 360 grados sin forma ni solidez. Una estimulante
sensación de energía y conocimiento me recorrió. Todo mi ser se sumergió
en un mar de energía pura y de amor incondicional. Durante lo que me
parecieron horas, disfruté las sensaciones de flotar en este océano de
pura luz viva. Sin deseos de volver a mi cuerpo físico, concentré mi
atención todo lo que pude. Finalmente, volví a mi cuerpo y miré el
reloj. Me sorprendí, había estado fuera menos de cuarenta minutos.
Al
repasar mis experiencias intenté lograr una comprensión más clara de
mi existencia no física. Ahora eran evidentes ciertas similitudes y
diferencias entre mis cuerpos físico y no físico.
Por
ejemplo, comprendí que mi visión cuando estaba fuera del cuerpo era
muy similar a la física. La única diferencia notable era su claridad.
Después de la separación, a menudo mi visión era borrosa y
desincronizada. Sin embargo, podía mejorarla rápidamente exigiendo
«claridad». Comprendí que era esencial hacer esto durante cada
experiencia extracorporal y con frecuencia repetía varias veces mi
petición de claridad durante una misma experiencia fuera del cuerpo.
Observé
que me basaba principalmente en el sentido de la vista. En
comparación, los otros sentidos parecían casi sin importancia. Al mirar
atrás, comprendo que esto pudo deberse a mi dependencia de la visión.
Cada uno de nosotros es diferente; algunos nos concentramos más en el
oído o en el tacto que en la vista. Sospecho que es probable que cada
uno de nosotros se apoye más en un sentido que en los demás. Por
ejemplo, un músico profesional se concentra en el oído y una bailarina
tiende a concentrarse en el tacto.
También
reconocí que ya no era necesario respirar y que las sensaciones de
temperatura parecían no existir. Aunque no experimenté sensación alguna
de temperatura, mi tacto funcionaba y podía sentir los objetos e
incluso el contacto entre mis manos. Además, mientras mi sentido del
oído parecía igual, el sentido del gusto parecía ausente. Más adelante
descubriría que los cinco sentidos siguen a nuestra disposición, si nos
concentramos en ellos.
Con
la experiencia llegué a comprender que nuestra mente crea y controla
todos nuestros sentidos no físicos. Me pregunto si nuestros cuerpos no
físicos tienen la capacidad natural o inherente de percibir. Nuestros
pensamientos moldean el cuerpo no físico de acuerdo con nuestra propia
imagen. Llegué a comprender que mi cuerpo físico era sólo un vehículo
temporal. Con el tiempo, entendí que esto también se aplicaba a nuestros
cuerpos no físicos.
Reconozco
que mi forma no física era en muchos aspectos un duplicado energético
de mi cuerpo físico. Mi tamaño y forma generales no variaban; sin
embargo, las sustancias energéticas que me formaban eran muy diferentes.
En lugar de moléculas, mi cuerpo no físico parecía hecho de
incontables diminutos puntos de luz conectados entre sí. En dos
ocasiones, intenté verme en un espejo (un espejo físico) cuando estaba
fuera del cuerpo, pero no vi nada.
Mi
curiosidad acerca del aspecto, la construcción y la solidez de mi
cuerpo no físico aumentaba con cada aventura extracorporal. Aunque
cuando estaba fuera del cuerpo podía fácilmente observar mis manos y mis
brazos, resultó todo un desafío apreciar mi cuerpo completo. Por fin,
después de diez años de experiencias fuera del cuerpo, ocurrió lo
siguiente.
2 de octubre de 1982
Escuché
el zumbido, los sonidos como de motor y me concentré en salir de mi
cuerpo. Me puse en pie en la puerta de la habitación y automáticamente
pedí «¡claridad!» Mi visión mejoró y pasé por la puerta hacia el salón.
Sintiéndome todavía un poco desincronizado, expresé verbalmente mi
petición con más énfasis: «¡más claridad!» Sentí que mi consciencia y mi
visión caían en su lugar. Mis ideas eran claras y exclamé «¡necesito
ver la forma que tengo ahora!» Al instante, sentí intensamente que era
atraído hacia dentro de mí mismo. De repente, me sentí diferente,
ingrávido como si flotara en el espacio. Mientras avanzaba, observé una
forma resplandeciente de color blanco azulado. Por alguna razón,
parecía saber que miraba mi cuerpo no físico desde una perspectiva
diferente. Veía sorprendido la forma que brillaba frente a mí, por la
que fluía energía y luz. Parecía un molde de energía creado a partir de
un millón de diminutos puntos de luz; expedía un brillo azulado, pero
parecía tener una estructura exterior definida. El cuerpo de luz que
tenía frente a mí estaba desnudo y era idéntico a mi forma física.
Aunque parecía firme, había un notorio desplazamiento y radiación de
energía. Podía ver lo que parecía un océano de estrellas azules por
todo mi cuerpo. Es difícil de describir porque las estrellas eran
estables y no obstante se movían al mismo tiempo; la luz y la energía
de mi cuerpo parecían cambiar y fluir casi como las olas de un océano.
Mientras
miraba el cuerpo de luz, comprendí que yo debía estar en otro cuerpo.
Sin embargo, no podía percibir ninguna forma o solidez; era como un
punto de vista en el espacio sin forma de algún tipo. Mientras me
reflejaba en mi nuevo estado del ser, capté una sensación de movimiento
rápido y volví inmediatamente a mi cuerpo físico. Al tranquilizarme y
repasar la experiencia, llegué a una conclusión inevitable: debía poseer
múltiples cuerpos energía. La forma que acababa de experimentar era
incluso notoriamente más ligera (o menos densa) que mi segundo cuerpo no
físico. Comprendí que la visión tradicional de que poseemos dos
cuerpos -un cuerpo físico y un cuerpo espiritual- es demasiado
simplista; somos mucho más complejos que eso. Igual que hay múltiples
dimensiones no físicas de energía en el universo, cada uno de nosotros
debe estar formado por múltiples cuerpos de energía o vehículos de
expresión. Ahora me pregunto cuántos cuerpos o formas no físicas deben
ser. Sospecho que debe haber uno en cada dimensión del universo y que todos ellos están relacionados y conectados entre sí, igual que el cuerpo físico está conectado con su primer cuerpo no físico.
17 de octubre de 1983
Sentí
una vibración y un hormigueo en todo el cuerpo. Pensando que debía
estar en el estado vibratorio, concentré mi atención en la sensación de
flotar fuera del cuerpo físico. En segundos estaba flotando y me
alejaba de mi cuerpo. Lentamente me deslicé con los pies por delante
hacia la puerta de la habitación. Con una sensación de sorpresa
absoluta atravesé sin esfuerzo y con los ojos abiertos la estructura
de la puerta y sentí su energía vibratoria. La puerta parecía una nube
de energía dentro de un molde etéreo.
Después
de flotar a través de la puerta, pensé en ponerme de pie y al instante
estaba en el salón, en pie junto al sofá y mirando la habitación.
Entonces observé que parecía seguirme una extraña forma pequeña. Al
fijar la vista reconocí a nuestro perro sabueso McGregor. Me sorprendí
porque nunca había visto un animal estando fuera del cuerpo. Parecía
sorprendentemente natural y sólido, movía la cola y me miraba. Sus ojos eran
brillantes, entonces observé algo más: había un filamento delgado como
una telaraña que surgía de su cuerpo y se extendía hacia la
habitación. Por curiosidad, me incliné y toqué el delgado hilo
plateado. Al instante, el perro desapareció. Rápidamente volví a mi
cuerpo físico.
A
medida que desaparecía el adormecimiento, sentí físicamente que el
perro saltaba a la cama. Me quedé quieto y repasé la experiencia,
intentando ponerla en perspectiva. Más que nunca comprendí lo poco que
sabemos de nosotros mismos y de nuestro mundo. Me sentía como un niño
inocente que veía por primera vez el mundo real. Caí en la cuenta de lo
arrogantes que somos al suponer que lo sabemos todo. Nosotros, que no
sabemos lo que somos, por qué estamos aquí y ni siquiera a dónde vamos,
nos consideramos los seres dominantes e inteligentes del mundo. Es
verdaderamente irónico que vivamos tan engañados.
Todavía
es más risible el hecho de que mantengamos tantas firmes convicciones y
conclusiones en relación con cosas que no vemos mi comprendemos. Más
que nunca, estoy convencido de que la exploración extracorporal puede
ofrecernos una respuesta a numerosos misterios de nuestra existencia.
Capítulo 2
Encuentros fuera del cuerpo
Cualquier tecnología suficientemente avanzada no se distinguirá de la magia.
ARTHUR C. CLARKE
Anotación en mi diario del 21 de febrero de 1985
Entré
en el estado vibratorio y sentí que oleadas de energía fluían por mi
cuerpo. Era una sensación tranquilizadora que irradiaba de lo más
profundo de mi ser. Mientras me concentraba en los cambios vibratorios,
sentí que me recorrían impulsos de energía y una singular sensación,
como si unas manos estuvieran acariciando mi cuerpo. Al principio me
sorprendí, pero la sensación era agradable, una vez que me hube
acostumbrado a ella. Las oleadas de energía parecían aumentar y
disminuir en una secuencia rítmica, y sentí cómo me volvía cada vez más
ligero hasta que me separé por completo de mi cuerpo. Sentí el sutil
roce de las manos que me recorrían desde las plantas de los pies y
ascendían por todo mi cuerpo. Cada contacto creaba oleadas de energía
que resonaban en mí.
Sentía
que mi frecuencia vibratoria interna se ajustaba a un nivel nuevo y
capté que la(s) persona(s) que estaba(n) junto a mí efectuaba(n) una
especie de «trabajo energético» sobre mí. Durante más de veinte minutos
las corrientes de energía se desplazaron y fluyeron en forma
sistemática por mi cuerpo no físico. Mi cuerpo y mi mente parecían
resonar con aquellas oleadas de energía y una abrumadora sensación de
paz y unidad inundaba todo mi ser. Luego, las oleadas de energía se
disiparon lentamente y volvieron mis sensaciones físicas.
Las
preguntas se desbocaban en mi mente: ¿qué era aquello? ¿Qué finalidad
tenía? ¿Qué entidad o entidades me habían tocado? Una cosa era cierta,
después me sentí notablemente ligero y etéreo durante varias horas.
Sentía que mi cuerpo vibraba a una frecuencia más elevada o más
delicada. Tenía la fuerte sospecha de que mi ser no físico acababa de
experimentar un ajuste vibratorio o de frecuencia. Sólo alcancé a
imaginar que tal vez necesitaba ese ajuste para ampliar o mejorar mis
exploraciones no físicas.
Aunque
nadie se comunicó conmigo, supe que el proceso era un ajuste
energético importante, necesario para mi desarrollo personal. También
comprendí que las sensaciones energéticas eran completamente diferentes
de lo que experimenté durante la fase vibratoria antes de la
separación. A medida que las manos me tocaban, percibí un intensa
sensación de dirección y propósito. Sospeché que una entidad, o tal vez
dos, trabajaban sobre mí. Como quiroprácticos invisibles, parecían
saber exactamente lo que hacían; cada contacto alteraba mi frecuencia
vibratoria interna en un punto específico dentro de mi cuerpo no físico
y creaba oleadas de energía que resonaban en lo más profundo de mi
ser. Aunque al principio me sorprendió, fue una experiencia
absolutamente disfrutable que estuve seguro de que ocurriría de nuevo.
5 de diciembre de 1986
Me
acosté en mi cama visualizando el salón y repitiendo en silencio
«ahora estoy fuera de mi cuerpo» durante unos quince minutos. Después
que me venció el sueño, sentí las vibraciones y espontáneamente giré
fuera de mi cuerpo. Llegué al suelo y abrí los ojos. Lo veía todo
borroso y me sentía muy pesado y desincronizado. Me
arrastré unos metros y dije en voz alta: «Soy ligero como una pluma».
Recibí una súbita descarga de energía y al instante me sentí más ligero
y pude ponerme en pie. Mientras me alejaba de la cama mi visión seguía
siendo débil, por lo que pedí «claridad». Mi visión se enfocó e
inmediatamente atravesé caminando la pared de la habitación y llegué a
un brillante ambiente verde. Al mirar en derredor, comprendí que estaba
en una pradera. Me intrigó el súbito cambio de ambiente y
espontáneamente dije en voz alta: «¿Por qué estoy aquí?» De pronto,
sentí la presencia de alguien a poca distancia y una serie de vívidas
imágenes colmaron mi mente. «Has aumentado tu frecuencia vibratoria al
pedir ligereza y de nuevo cuando solicitaste claridad. Has entrado a un
entorno de frecuencia más alta, que está muy cercano al físico». Me
asombró la claridad de las imágenes que se plasmaron en mi mente. Es
difícil de describir, pero eran representaciones visuales de ideas, no
palabras. La comunicación era mucho más directa y precisa que las
palabras. Comprendí su significado y busqué su origen. Sentía la
radiación energética de alguien que estaba directamente frente a mí,
pero no veía nada. Otro flujo de imágenes llegó a mi mente. «Soy un
viejo amigo que observa tu progreso». Las imágenes despedían
sentimientos de calidez y amistad. Me sentía tranquilo y pedí con
firmeza: «Quiero verte». Observé absorto mientras aparecía el brumoso
contorno de una imagen. El transparente holograma de un hombre se
solidificaba frente a mí. Tenía cabello oscuro, una barba recortada y
usaba una larga túnica morada. Medía aproximadamente un metro ochenta y
de su rostro irradiaba una amplia sonrisa. Al principio, me asombró la
realidad de su rápida materialización, pero pareció captar mi
incomodidad y una serie de imágenes tranquilizadoras aparecieron en mi
mente: «No debes temer. Tú y yo somos viejos amigos». Percibí su amistad
y me tranquilicé. Mientras lo observaba, parecía que se alegraba de
verme. Conocía mis pensamientos y respondía a las preguntas que llenaban
mi mente. «Soy como tú; la única diferencia es que no tengo un
vehículo físico». «Somos amigos desde hace mucho tiempo y hemos
trabajado juntos en numerosos proyectos internos... Tú y yo hemos
explorado mucho más allá de la segunda membrana. Ahora estás explorando
la región densa de nuevo... Tienes una extraña fascinación por lo
físico, cosa que no comparto». Hizo una breve pausa mientras se
ordenaban mis preguntas.
«Actúo
como uno de tus guías. Varios seres distintos te apoyan en diferentes
aspectos de tu vida. En cierta forma, cada uno de ellos es un
especialista en un área específica de la existencia. A ti y a mí nos
encanta la exploración interna y estoy aquí para ayudarte en esa parte
de tu vida... Tu conclusión es correcta: un guía nunca debe interferir
en el desarrollo personal del individuo. Sabemos que no debemos dejarnos
ver, a menos que nos soliciten apoyo. Incluso entonces, debemos
valorar la situación y sus consecuencias antes de actuar». Mi mente
desbordaba con preguntas. El ser que estaba frente a mí parecía
comprender y prever mis pensamientos. Sus tranquilizadoras
ideas-imágenes explicaban preguntas concretas mientras continuaba:
«Cada persona que se enfrenta a una experiencia extracorporal o cercana
a la muerte tiene un guía presente durante ella. La ayuda siempre está
disponible, pero debe solicitarse... No hay nada que temer, pero
muchos todavía no saben que sus ideas forman su realidad. Como ya
sabes, esto sucede al instante. El resultado puede ser sorprendente
para el explorador novicio. Casi todos tienen poco control sobre sus
pensamientos». Después de una breve pausa, continuó. «Tal como estás
aprendiendo, el control y la concentración en las ideas son
absolutamente esenciales. Sobre todo cuando exploras más profundamente
el interior del universo. Tu control ha mejorado, pero todavía tienes
temores que superar... Sentiste temor cuando me hice visible; supe que
tu campo de energía tembló y estuviste a punto de volver a tu cuerpo...
Recuerda esto siempre: cuando conquistamos nuestros temores, obtenemos
nuestra liberación... Muy pronto, confrontarás tus temores en otras
maneras, tanto en el cuerpo denso como en tus cuerpos de frecuencia más
alta. Cada experiencia servirá para un propósito; cada obstáculo es un
bendición oculta». En ese instante regresé a mi cuerpo físico y abrí
los ojos. Sentía que me preparaba para algo, pero no tenía ni idea de
qué pudiera ser. Sentí una curiosa amistad con este hombre. Capté sus
intenciones positivas y, de algún modo, me sentí mejor preparado para
afrontar lo desconocido. Sus últimas imágenes reaparecían en mi mente:
«Cada obstáculo es una bendición oculta». No pude evitar preguntarme si
se refería a mi pasado o me preparaba para el futuro.
Mientras
repasaba esta experiencia, no pude menos que observar ciertas
semejanzas entre mi amigo no físico y el guía descrito en los libros de
Paul Twitchell. Aunque parecidos, no me parece probable que fueran la
misma persona. Con el tiempo, he conocido varios exploradores
extracorporales que me han descrito un guía no físico de aspecto
similar. Desconozco la razón de esto, pero me pregunto si el concepto
que tenemos de un guía o ser no físico puede influir en lo que
experimentamos cuando salimos del cuerpo.
3 de enero de 1987
Sentí
las vibraciones y me elevé. Estaba de pie en mi habitación. Al mirar
lo que me rodeaba, vi que los objetos eran similares, pero no
idénticos. Los paneles de madera y las paredes eran diferentes a los de
mi hogar físico. Me acerqué a la puerta y la atravesé. Al instante
estuve en un ambiente nuevo. Una mujer que me pareció conocida se
acercó a mí. Era alta, tenía largos cabellos castaños y una mirada
chispeante.
Se acercó sonriente y me dijo: «Te extrañé».
En forma espontánea le respondí: «Yo también».
Me
besó y tomó mis manos cariñosamente. De repente, estábamos en otro
lugar. La esplendorosa escena de un parque se hizo nítida. Estábamos en
pie a la orilla de un estanque cristalino de color azul verdoso. Todo
lo que nos rodeaba -los árboles, el césped, el estanque- estaba
vibrantemente vivo. Cuando miré a la mujer, una intensa sensación de
amor se inflamó en mí.
Fijó su mirada en mí y tomó mis manos. «Viajas mucho. Te necesito aquí».
La acerque a mí. «Ahora estoy aquí».
Su
rostro y su cuerpo parecían brillar como diez mil puntos de luz. Nos
besamos y una descarga de energía inundó mi mente. Nuestros cuerpos y
nuestras mentes se acercaron en una intensa explosión de energía pura y
de alegría. Nuestras ideas se fundieron y se tocaron en mil maneras
sutiles. Me hundí en su mente y nos volvimos un solo ser. El éxtasis que
experimenté está más allá de las palabras. Por primera vez, me sentí
completo y pleno.
Pensé, Dios mío, no quiero que esto termine.
Con
un sobresalto, volví a mi cuerpo. Todo mi ser parecía vibrar en un
nivel más ligero y fino que jamás había conocido. Incluso mi cuerpo
físico se sentía distinto, más brillante, más ligero y con más energía
de la que yo alcanzaba a concebir. Me acosté en la cama y disfruté las
oleadas de energía que fluían por mi mente y por mi cuerpo. Aquellas
sensaciones duraron varios minutos. Me quedé quieto y disfruté cada
momento.
Durante
muchas semanas estuve analizando el significado de esta experiencia.
¿Así era el sexo en el mundo interior o era aquello una unificación de
mi mente consciente con un aspecto más elevado de mí mismo? Sentía que
debía conocer la respuesta, pero no pude lograrla.
15 de octubre de 1988
Repetí
las afirmaciones usuales, «estoy fuera de mi cuerpo», mientras me
quedaba dormido. A los pocos segundos estaba flotando encima de mi
cuerpo y me dirigí al pie de la cama. Por costumbre dije en voz alta:
«claridad». Al instante mi consciencia se aclaró y espontáneamente pensé
en explorar. Percibía movimientos rápidos mientras estaba de pie en un
patio magnífico que prácticamente era un parque. Cuando enfoqué la
vista, observé una docena de personas paseando en bicicleta y patinando.
El patio tenía el tamaño de un campo deportivo, varios árboles grandes
y un muro de piedra de dos metros y medio de altura. Observé que una
mujer empujaba un carrito de bebé y dos niños se lanzaban una pelota.
Todo el ambiente era tranquilo y relajado. Me interesó en especial el
carrito -nunca había visto un infante estando fuera del cuerpo. Para mi
sorpresa, una sonriente niña pelirroja de unos doce años se acercó
patinando y me preguntó: «¿Eres nuevo aquí, verdad?»
Le respondí: «Me parece que sí».
Súbitamente
comenzó a llover y todos en el patio buscaron abrigo a la carrera. Me
asombró. En quince años, nunca había presenciado cambios climatológicos
estando fuera del cuerpo.
La niña se me quedó mirando y me señaló un refugio bajo un árbol. «Ven. Vamos allí».
No
podía creer lo real que parecía la lluvia. Aunque disfrutaba sentirla
escurriendo por mi cara, me pregunté si todos habían elegido este
ambiente. Por curiosidad, concentré mi atención en detener la lluvia. La
niña me miró como si estuviera loco.
«¿Qué haces?»
«Detengo la lluvia».
Al instante la lluvia cesó. La niña seguía mirándome y me preguntó: «¿Eres viajero?»
Sentí un ligero tirón en el centro de mi espalda y supe que tenía que regresar.
«Debo irme».
La niña parecía muy decepcionada y me dijo «¿Volverás?»
Mientras la miraba, volví a mi cuerpo físico. La sensación hormigueante se desvaneció mientras volvían mis sentidos físicos.
Al
abrir los ojos, apareció en mi mente el rostro de la niña con gran
claridad. Por alguna razón desconocida, la extrañaba. Sentía que la
conocía, pero no recordaba cómo ni de dónde. Fue muy frustrante porque
yo sabía que había una conexión entre nosotros. Durante algún tiempo,
comprendí que las coincidencias no existen. También me intrigaba su
pregunta: «¿Eres viajero?»
16 de septiembre de 1989
Mientras
me quedaba dormido, repetí mi acostumbrada afirmación «estoy fuera de
mi cuerpo» treinta o cuarenta veces. Con toda mi voluntad, me concentré
y sostuve la afirmación como mi último pensamiento consciente
antes de dormirme. Me desperté con una ligera vibración y
una sensación de rápido movimiento. En pocos segundos, estaba en pie
en un estacionamiento de varios niveles. En la distancia, alcanzaba a
ver rampas que subían y bajaban. Al mirar alrededor, una visión
singular atrajo mi atención: un resplandeciente automóvil nuevo, medio
enterrado en un montón de basura. Aquello era tan extraño que me
intrigó. Me pregunté: ¿Quién haría esto con este precioso coche? Por
alguna razón, sentí la abrumadora necesidad de mirar en su interior y
comencé a retirar basura de las ventanas y las puertas. Mientras
trabajaba, comprendí que me enfrentaba a una labor titánica. No
obstante, continué retirando puñados de basura de las ventanas. Por
fin, una ventana quedó limpia y yo atisbé hacia el interior del coche.
En lugar de un interior normal, veo una radiante luz blanca. Una luz
que parecía llena de energía y de vida. Sentí una intensa conexión con
aquella luz y una irresistible necesidad de abrir la puerta del coche.
Con gran determinación, mis manos seguían apartando basura y lentamente
otra ventana quedó limpia. Sin darme cuenta, un automóvil conducido
por un joven se detuvo junto a mí. Inmediatamente percibí que nos
conocíamos bastante bien, pero no recordaba de dónde ni de cuándo. Me
sonrió y me habló.
«Tienes mucho trabajo por delante».
Sorprendido por su presencia, asentí y me acerqué a su vehículo.
«¿Podrías ayudarme?»
Pareció que le divertía mi petición y contestó: «Cada uno de nosotros debe liberarse a sí mismo».
Sus
palabras resonaron en mi mente y, al instante, regresé a mi cuerpo
físico. Mis sentidos físicos retornaron mientras valoraba la
experiencia.
Más
que nunca, comprendí que mi mente interpretaba mis experiencias fuera
del cuerpo con base en mis conceptos, símbolos e imágenes físicas
actuales. Era evidente que una parte superior de mí mismo organizaba mis
experiencias de una manera adecuada para mi comprensión actual.
Reconocí y comprendí la imagen de esta experiencia, pero me preguntaba
si era necesaria. En mi mente, la experiencia estaba clara. Yo luchaba
por liberar a mi yo-energía interno, a mi alma. La basura representaba
todo lo negativo que había hecho y aceptado durante años: fijaciones,
temores, límites, todos los atributos y sentimientos negativos que
pretendía eliminar. Mi basura personal limitaba, bloqueaba y restringía a
mi alma y no la dejaba brillar. No pude evitar preguntarme qué habría
sucedido si yo hubiera pedido ver el origen de la energía representada
por la forma. Por primera vez, comprendí que muchas de las formas que
había observado fuera del cuerpo fueron creadas para mi beneficio. Se
manifestaron para mi comprensión. Era obvio que nuestras mentes están
condicionadas para reaccionar ante las formas, no ante la energía pura.
Cada vez se hacía más evidente que mi mente o mi alma creaba las formas
externas que yo percibía para enseñarme lo que necesitaba saber.
Entonces
me sentí preparado para ver la realidad existente tras las formas. La
siguiente ocasión, iba a pedir ver la energía pura y real, existente
tras todas las formas que percibía.
24 de enero de 1990
Sentí
las vibraciones y me alejé de mi cuerpo físico. En pocos segundos
estaba en pie en la puerta de mi habitación. La fuerza de la costumbre
me hizo pedir claridad y guía. De repente, sentí un intenso movimiento
interno y en segundos me encontré a la entrada de un enorme edificio de
piedra. El tamaño y la forma del edificio no se parecían a nada de lo
que yo conocía; la estructura se extendía hasta el horizonte y parecía
muy antigua. Frente a mí había un conjunto de puertas de madera y latón
de unos cuatro metros de altura. Al entrar, observé una sala abierta
que conducía a una interminable serie de corredores. Atravesé el área
abierta y entré al corredor más cercano. Me rodeaban enormes salones
repletos con formas que parecían todas iguales. Aunque al examinarlas
con detenimiento, me di cuenta que los objetos eran ligeramente
diferentes; parecían una progresión, o una evolución, del mismo objeto.
En otra sala había cientos de juguetes, cada uno con una forma y una
estructura ligeramente diferente.
No
me interesaban los objetos y avancé por un extenso pasillo. Comprendí
que estaba en un área vacía y en desuso. Frente a mí había maderos que
bloqueaban una puerta doble. Usando toda mi fuerza, hice a un lado los
maderos y abrí la puerta. Tras la puerta había una especie de sala de
motores o con máquinas eléctricas de algún tipo. Directamente enfrente
había un motor inmenso, con una altura como de tres pisos y el tamaño de
un campo de fútbol. Un tanto confuso, dije en voz alta: «¿Qué
representa esto?» Una corriente de vivas imágenes apareció en mi mente.
«Esta es la fuente de energía de las formas que ves. Tu mente intenta
relacionarse con los conceptos que puede comprender. La energía
verdadera no tiene forma». El motor desapareció de mi vista y una
vigorizante sensación de energía pura irradió frente a mí. Al enfocar la
vista, observé ondas de luz que emanaban de un solo origen.
Mientras
la miraba, la luz se volvió cegadora. Una parte de mí quería alejarse,
pero no lo hice. Sentí como si un incendio estuviera consumiendo las
capas externas de mi ser -mis viejos conceptos, creencias, suposiciones y
conclusiones eran incinerados por la intensidad de la luz. No aguanté
más y grité «¿Qué es esto?» Al instante, me sentí atraído hacia la luz.
Mi mente rebosaba al comprender que me fundía con una parte más grande
de mí mismo. Súbitamente comprendí que yo era el motor de mi vida, que
era la fuerza creativa existente en mi interior. Me di cuenta de que
me había separado de mí mismo. Durante varios minutos, la luz y yo
fuimos uno. Sentí una inmensa paz y una conexión que nunca antes había
conocido. Por primera vez comprendí que podía crear todo cuanto
quisiera: mi poder creativo estaba más allá de mi comprensión. Entonces
supe que yo mismo me limitaba con las ideas y nociones que había aceptado, y reconocí
que debía liberar todos mis límites, temores y expectativas. Una
profunda fuerza interior me recorrió mientras gritaba dentro de mí: Recordaré esto.
Al
momento, volví a mi cuerpo físico. Mientas recuperaba mis sentidos
físicos, repasé la experiencia y comprendí que podía recordar todo con
detalle, pero sentía una intensa separación. Extrañaba la sensación de
unidad, de unión. Acostado en mi cama supe que había experimentado una
parte más extensa de mí mismo. No importa que lo llamemos nuestro yo
superior, nuestra mente creativa o nuestra alma. Pero tuve la absoluta
seguridad de que esa parte de mí tenía un total acceso a todas las
respuestas. Por alguna razón sabía que el enorme edificio era como un
museo, tal vez era un registro viviente de todas las formas, o incluso
de todas las cosas que llegarían a hacerse. Comprendí que mi mente
interpretaba las formas que presencié en relación con mi entorno físico
actual. Tardé bastante en comprenderlo, pero por fin aprendí que lo
importante no son las formas que vemos, sino lo que representan. Esto me
pareció un avance importante. Por extraño que parezca, tuve la fuerte
sospecha de que lo mismo ocurría con el mundo físico que nos rodea.
6 de febrero de 1990
Me
quedé dormido sin aplicar mis técnicas, pero desperté a la una de la
mañana en la etapa vibratoria. Me senté rápidamente en mi cuerpo físico y
miré a mi alrededor. Me sorprendió ver a un hombre junto a mi cama
examinando mi diario. Al verme sentado, dio un paso atrás. Me enfureció
su presencia y le grité: «¿Quién eres?»
Se
alejó de mi cama, confuso y atemorizado por mi presencia. Era un
hombre obeso, de mediana edad, con el cabello corto y sin afeitar, como
de un metro setenta de estatura. Siguió alejándose de mí mientras
aumentaba mi furia, «¿quién diablos eres?» Una combinación de furia y
temor explotó en mí, mientras gritaba: «¡Lárgate de aquí, fuera de
aquí!» Se dio la vuelta y salió corriendo de mi habitación y al instante
regresé a mi cuerpo. Seguí gritando en mi cuerpo físico mientras
regresaba y mis gritos despertaron a mi esposa. Impresionado, me senté y
miré a mi alrededor. Me tranquilicé poco a poco y repasé la
experiencia.
Comprendí
que mi reacción fue exagerada, pero la visión de este extraño en mi
habitación provocó una respuesta autodefensiva. No puede dormir el resto
de la noche, preguntándome quién era aquel hombre. Por más que lo
intentaba, no podía identificar su rostro. Parecía tener mucho interés
en lo que había escrito; sospeché que me espiaba. Es probable que lo
haya atemorizado más que él a mí. Después de pensarlo un poco, concluí
que muy probablemente era uno de los millones de habitantes de la
primera dimensión de energía. Era posible que sintiera curiosidad sobre
mis experiencias extracorporales y simplemente estaba revisando.
No
pude evitar preguntarme con cuánta frecuencia nos visitan habitantes
de otras dimensiones. Además, me puse a analizar seriamente nuestros
conceptos de privacidad. Sospechaba que esta experiencia contenía algo
más de lo que yo alcanzaba a comprender.
14 de marzo de 1991
Sentí
las vibraciones y me dirigí a la puerta. Pedí «¡claridad!» Mi
consciencia era muy buena e instintivamente expresé en voz alta: «Avanzo
hacia el interior». Durante varios segundos, sentí un intenso
movimiento interno que luego cesó abruptamente.
Todo
mi ser estaba inmerso en una maravillosa luz líquida. Me sentía
completamente tranquilo y a gusto. Me rodeaba una cálida sensación de
amor total.
Cuando
me concentré, todas mis preguntas se aclararon al instante. Una simple
petición colmaba mi consciencia, «necesito ver mi vida».
Inmediatamente aparecieron ante mí imágenes muy nítidas. Una serie de
imágenes tridimensionales se plegaba y se desplegaba; cientos, miles y después
cientos de miles de imágenes entraron en mi visión. Supe
instintivamente que todas las imágenes eran mías. Me concentré en una y
la imagen cobró vida. Yo era un niño que usaba una túnica y sandalias; los suelos y los
muros eran de piedra y mármol. Era yo hace dos mil años. No estaba
sorprendido ni impresionado, simplemente parecía saberlo. Igual que un
recuerdo olvidado durante mucho tiempo, este momento en el tiempo pasó
brevemente ante mí. Dirigí mi atención a las otras incontables imágenes
que cobraban vida. Todas eran mi vida: algunas en la tierra, otras
ocurrieron en áreas no físicas del universo.
Mientras
observaba estos sucesos, parecían cobrar sentido: cada suceso, cada
vida, fue un paso necesario; cada uno consiguió un propósito específico.
Como las piezas de un rompecabezas, cada imagen cayó en su lugar, cada
una contribuyó al total. Cada imagen, cada experiencia, era necesaria
para alcanzar la suma de lo que soy en la actualidad.
De
repente, me abrumó la magnificencia y la sabiduría de todo lo que
observaba. Lo bueno y lo malo, los triunfos y las derrotas. Las
numerosas debilidades y fallos, así como las ocasionales virtudes. Fui
consciente de que presenciaba mi evolución a través de miles de años de
vida. Cada vida individual era un paso, una experiencia de crecimiento;
cada vida se apoyaba en la anterior.
Una
sensación de alegría me inundó cuando comprendí que las dificultades y
la adversidad eran necesarias. Cada desafío era una importante
situación de aprendizaje, un ambiente creado especialmente para mi
desarrollo. Capté la sabiduría de todo eso. Yo era el alumno y el
maestro; el escritor, el productor y el actor de mi vida. Una
comprensión interna me inundó: la única forma de conocer y comprender
algo era experimentarlo uno mismo. Lo demás es sólo teoría y
especulación. La sorprendente verdad se hizo evidente, la vida física
era una escuela interactiva, un territorio implacable para aprender a
desarrollar nuestras almas.
Fascinado,
tenía mi vida ante mí. Incontables años y experiencias contribuyeron a
lo que ahora soy. El tiempo necesario para crecer no es lo importante.
Me di cuenta de que soy inmortal y que el tiempo no cuenta. Como alma,
como consciencia pura, necesito un elemento artificial como el tiempo
para registrar el cambio. Como alma, no envejezco ni me deterioro; sólo
aumentan mis conocimientos y mi experiencia. Cada exploración en la
materia aumenta mi conocimiento. Cada viaje físico hace que vea y
aprecie mejor la vida. Cada experiencia física es una oportunidad para
desarrollarme y crecer, la oportunidad de expresar mis cualidades
internas de amor, humildad, paciencia y fortaleza.
Me
tranquiliza la sencillez de todo. Es perfectamente comprensible: la
experiencia genera sabiduría. El tiempo no cuenta. En lo más profundo
conservamos un registro permanente de cada experiencia. Cada suceso,
cada momento, se registra en nuestra mente subconsciente.
Mientras
veía las imágenes de mi vida, comprendí que los sucesos físicos sólo
eran una pequeña parte del total. Vivo en incontables formas distintas,
en mundos infinitos. Una sensación de compasión me recorrió mientras
reconocí el propósito de todo. Todo el universo, físico y no físico, era
una escuela para que se desarrollaran las almas. Vi claramente
escuelas dentro de escuelas, dimensiones dentro de dimensiones, todas
funcionando como un ambiente adecuado para el aprendizaje interactivo.
Cada nivel de energía del universo tiene un propósito específico. Cada
uno representa diferentes desafíos y oportunidades para el crecimiento,
para la evolución.
La
sensación de propósito y orden se aclaró: presencié la evolución de la
consciencia, de mí mismo, durante eones de tiempo. Mi consciencia
desbordaba amor y gratitud. Por primera vez en mi vida, todo lo que me
rodeaba tenía sentido. En ese instante regresé a mi cuerpo con una
cálida sensación de amor y conocimiento procedente de todas las células
de mi ser. Por primera vez, comprendí mi propósito y mi razón de ser.
En
cada experiencia extracorporal, continué examinando las formas no
físicas que encontraba. Al principio, parecían imágenes holográficas con
sustancia. Al revisarlas con atención, descubrí que eran tan reales y
sólidas como la materia física. Estos objetos no físicos parecían
hechos de una matriz de energía luminosa en lugar de energía molecular.
Durante
años, no capté las implicaciones, pero a medida que continuaron mis
experiencias, comencé a comprender que toda la vida, física y no física,
estaba interconectada. Además, descubrí que todos los objetos físicos
que nos rodean existen en múltiples frecuencias. Todo lo que nos rodea
existe además en una dimensión paralela, no física, del universo.
Aunque nuestros ojos sólo perciben el resultado molecular denso de la
energía, la materia prosigue en una continuidad de energía no física
más allá de nuestra vista. Cada forma es independiente de lo físico,
aunque está conectada con lo físico por su frecuencia interna, igual
que las partículas y las ondas de luz se interconectan como una sola
unidad de energía.
La
materia existe como una continuidad de energía que se extiende mucho
más allá de los pobres límites de nuestra visión física. Es importante
comprender esto porque explica la existencia íntima de todas las formas y
sustancias, observadas a través del interior no físico del universo.
También explica la naturaleza multidimensional de todo lo que observamos
cuando estamos fuera del cuerpo. Por ejemplo, cuando observamos la luz
física, sólo percibimos una pequeña parte de todo el espectro
electromagnético. No obstante, cada uno de nosotros está inmerso en un
mar de frecuencias de radiación: rayos X, rayos infrarrojos, ondas de
radio y microondas. Igual que la luz visible sólo representa una pequeña
fracción del espectro de las ondas electromagnéticas, así la materia
visible sólo es una pequeña parte de todo el universo de energía, que
tiene múltiples dimensiones (frecuencias). La inmensa mayoría del
universo no está basada en las partículas, como supone la ciencia
actualmente, sino en las frecuencias. Las partículas físicas de la
materia son simplemente el resultado denso de algunas frecuencias
(ondas) de energía no física. Igual que la luz visible no es sólo una
partícula de energía, sino una onda que exhibe temporalmente un
comportamiento de partícula, del mismo modo nuestro universo físico no
es simplemente energía molecular, sino una continuidad de frecuencias
energéticas que se extienden hasta lo más profundo del universo
multidimensional. Resumiendo, todos los objetos y todas las formas de
vida tienen una naturaleza multidimensional. Todo cuanto nos rodea es
multidimensional y existe simultáneamente en diferentes frecuencias de
energía. Todas estas dimensiones energéticas coexisten en el mismo
espacio y tiempo, como las ondas de radio, las microondas, los rayos X y
la luz visible existen juntos a nuestro alrededor, cada uno dentro de
su propia banda de frecuencia.
12 de abril de 1991
Me
introduje en el estado vibratorio y me dirigí hacia la puerta de la
habitación. Como no enfocaba bien dije «¡claridad!» y mi visión mejoró
inmediatamente. Al salir de la habitación me detuve y decidí explorar
hacia adentro, en lugar de recorrer mi casa. Espontáneamente expresé:
«Avanzo hacia adentro». Al momento, sentí un intenso movimiento interior
que duró varios segundos, como si me atrajera un vacío en el espacio.
La sensación de movimiento se detuvo abruptamente y me encontré en pie
delante de una casa frente al mar. Ésta se elevaba a unos tres metros
del suelo, sostenida por pilares de madera de treinta centímetros de
grueso.
Mi
visión era todavía borrosa, así que volví a pedir claridad. Al enfocar
la vista con más claridad, pensé entrar en la casa. Casi al instante
estuve dentro. En ella todo me parecía familiar. Me sentía muy a gusto
y, por alguna razón, estaba absolutamente seguro de que ese era mi hogar
no físico.
La
pared que daba al océano era de vidrio. Cuando me acerqué, noté que
las esquinas estaban curvadas como plástico. Parecía un hogar del
futuro, lleno de cosas del pasado; todos los muebles, los cuadros y las
alfombras parecían antiguos. Cuando la busqué, vi mi mecedora con una
cabeza de león tallada orientada hacia el mar. Me di cuenta de que ese
podía ser mi hogar en el futuro. No supe si sería mi futuro físico o un
futuro posible después de mi muerte, pero en ese momento estuve seguro
de su realidad.
Me
sentía tan a gusto que me acerque a la pared de vidrio y me asomé al
océano. Su sonido era magnífico. En lugar de rompientes estruendosas
había una intensa armonía rítmica, como una canción. Escuché con
atención, intentando reconocer la melodía. Instintivamente, abrí la
puerta y me quedé en pie en una enorme terraza con una vista magnífica
hacia el mar. La música de las olas tenía una belleza casi hipnótica. El
sonido parecía atravesarme; resonaba en lo profundo de mi cuerpo y de
mi mente. Cuesta describirlo, pero el mar parecía irradiar amor.
Mientras la música me recorría, sentía las vibraciones de la canción
como caricias.
Al
mirar el océano, me sorprendían los cambiantes colores de las olas,
como nunca antes las había visto. Matices tornasolados se combinaban
para formar interminables ondas de vívidos colores imposibles de
describir: millones de tonos cambiando y combinándose para formar una
exhibición de luces de indescriptible belleza.
Mi
mente se perdió en las vibraciones y la canción del océano. Me sentí
completamente en paz, todo mi ser resonaba con la música de la canción.
Necesitaba fundirme con el océano, pero en mi interior tenía miedo de
ahogarme. De pronto fue evidente mi indecisión y me di cuenta de mi
temor; pensaba que había superado mis temores, pero entonces resultó
obvio que tenía bastante trabajo por delante. Cuando me puse a analizar
esto, volví a mi cuerpo. Las sensaciones de adormecimiento y hormigueo
se desvanecieron rápidamente mientras recordaba la experiencia.
Comprendí
que era la segunda vez que estaba en esa casa. En la primera asistí a
una reunión con varias personas. Sentía que la casa era mía y me
pregunté si era allí donde había vivido antes de nacer físicamente. Me
puse a pensar en el mar de color y música. Sospechaba que era el modo
como mi mente interpretaba algo que estaba más allá de mi comprensión.
Sólo presentía que era el mar de la consciencia o una representación de
Dios. Tal vez las dos cosas eran lo mismo. Todavía no lo sabía, pero
estaba seguro que me acercaba a la respuesta.
24 de octubre de 1992
Repetí
en voz alta: «estoy fuera de mi cuerpo» durante cinco o diez minutos.
Mientras me quedaba dormido, intensifiqué la afirmación en mi mente.
Desperté con la sensación de fuertes vibraciones que recorrían todo mi
cuerpo. Inmediatamente concentré toda mi atención en la idea de flotar
hasta la puerta de mi dormitorio. En pocos segundos sentí que me elevaba
y flotaba hacia la puerta. Después, con una sensación de regocijo,
pasé al salón. Mientras echaba una mirada alrededor, comprendí que
estaba en mi primer cuerpo de energía (el más denso) y que sentía una
irresistible necesidad de explorar. Casi gritando, expresé una firme
petición: «Quiero ver más». Al momento, una sensación de movimiento
rápido me atrajo hacia mi interior. Sentí como si me atrajera el vacío y
en segundos estuve en un nuevo entorno. Me deslumbró y me cegó la
intensidad de la luz ambiental. Cuando por instinto intenté protegerme
de la radiación, comprendí que mi cuerpo no tenía forma: nada de brazos
ni piernas, sólo energía. Intenté comprender que no tenía forma en
absoluto. Parecía una luz sin una forma externa identificable. Mi visión
era infinita.
Por
todas partes emanaba energía pura; no había formas, sólo rayos de luz.
Me atrajo lo que parecía una columna de luz blanca pura. Cuando me
acerqué, me impactó la intensa potencia de su radiación. Me detuve e
intenté ajustarme. La energía era tan intensa que sentía que mi exterior
se quemaba. La luz incineraba toda mi parte externa, mis ideas,
temores y conceptos. Al principio, intenté protegerme. Me rodeé con
ideas, sólo para comprender que también se quemaban por la intensidad
de la luz. En ese momento, la luz penetró en mí como un líquido cálido
que inundase mi cuerpo y mi mente. Todo mi ser estaba lleno de luz, y
cada parte de mí resonaba en una nueva frecuencia. Me tranquilicé y
disfruté la sensación de energía pura que me atravesaba.
En
lo más íntimo, comprendí que estaba ante algo de extrema importancia.
Había algo más dentro de la columna de luz. Ya sin temor, tuve un
abrumador deseo de conocer y entender la luz. Me acerqué e intenté
atisbar en el interior. La energía y la fuerza puras estaban más allá de
las palabras; sentía que estaba junto a un sol resplandeciente que
irradiaba ondas de luz. Sabía que estaba seguro y lentamente avancé y toqué
la luz. Una intensa descarga de energía recorrió todo mi cuerpo. Sentí
que me sumergía en un océano de conocimiento puro. Me inundaban los
recuerdos de lo que había sido, de lo que había hecho. Todo ocurría en
ese momento. Me maravillaba la absoluta simplicidad de todo. Por primera
vez, todo estaba claro. Todo lo que somos y necesitamos está ya aquí.
Por primera vez, reconocí que nos hemos separado de nuestro origen. Qué
insensatos hemos sido. Nos concentramos en descomponer las formas
moleculares cuando la realidad siempre ha estado ahí, esperando
pacientemente a que abramos los ojos y veamos. Una vigorizante sensación
de amor, un profundo sentimiento de compasión por todo lo que existe,
llenó mi ser. Comprendí que todos estamos interconectados en un océano
de luz de vida. La separación que sentimos es simplemente la densa
ilusión de la forma molecular. Mi consciencia cobró vida al comprender
que mi mente y su capacidad no son sino otro vehículo temporal de
expresión. Existimos más allá de las ideas, más allá del tiempo, más
allá de las causas y efectos lineales.
Las
interminables oleadas de conocimiento puro me colmaban. Mi mente se
desbordaba y comprendí que esto era más de lo que jamás esperé recordar.
Grité: «Recordaré esto». Al instante volví a mi cuerpo e intenté abrir
los ojos.
No
pude moverme y me reconocí bajo un estado cataléptico. Lentamente,
sentí un adormecimiento y un hormigueo extendiéndose por mi cuerpo
físico. Después de un minuto, pude mover los dedos de las manos y de los
pies. Me quedé acostado y repasé la experiencia con una sensación de
asombro. Estaba seguro de que la columna de luz era realmente yo, no
sólo otra parte de mí, sino el yo puro, la esencia de todo lo que soy.
¿Era posible que fuéramos tan increíbles? Me sentí separado y solo; no
obstante, al mismo tiempo me sentía conectado a algo más grande de lo
que jamás imaginé. Mi mente se aceleraba captando cosas, más de lo que
yo alcanzaba a comprender. Me di cuenta de que como seres humanos
tenemos una tendencia natural a etiquetar todo lo que experimentamos y a
filtrarlo según nuestros conceptos y conocimientos físicos. Me
pregunté si todas las formas sirven para representar en nuestras mentes
algo más, algo que existe más allá de toda forma y sustancia; algo tan puro y etéreo
que está más allá de la capacidad de nuestras mentes para clasificarlo
e interpretarlo. Posiblemente el hecho de reconocer esto fuera un paso
importante en sí mismo. Tal vez las constantes disputas entre las
diferentes religiones, fes y sectas terminarían si reconociéramos que
todas las creencias religiosas son interpretaciones físicas.
Comprendí
claramente que a Dios no le importa nuestra teología personal.
Nuestras creencias físicas estaban arraigadas en formas y sustancias
temporales; no son sino momentos que transcurren en el tiempo. Lo que
realmente importa es la experiencia, la experiencia espiritual. Me
pareció que el propósito de todo el universo era esa experiencia:
inmediata, intensa y personal. Nada puede sustituirla. Ahora está claro
que la experiencia personal es el camino que todos compartimos hacia
la sabiduría.
Mientras
ampliaba mi exploración más allá de la primera dimensión interna,
comencé a observar cosas inusuales. En algunas áreas, las nubes de
energía dominaban el ambiente. Resultaba muy impresionante ver algunas
de estas nubes adoptando formas específicas. Vi lo que parecían
automóviles, casas, incluso barcos parcialmente creados. Después de años
de experiencia, comprendí que estos elementos eran el resultado
directo del pensamiento humano. Los ambientes de las dimensiones no
físicas estaban hechos de energía que respondía a las ideas. Las ideas
tenían la capacidad innata de reordenar las energías sutiles que forman
las dimensiones que no vemos con nuestros ojos físicos.
Encontré
que la sustancia-energía natural de las dimensiones internas eran
formas de energía parecidas a nubes. En cierto sentido, esa energía es
una radiación de luz que se manipula con facilidad. Parece que los
bloques de construcción de esas dimensiones no son las partículas (los
átomos y los quarks) sino ondas o frecuencias de energía y de luz.
Cuando examiné las nubes de energía, fue evidente que existían como
racimos de energía básica, sin forma, en modo muy similar a los
hologramas que lentamente crecen y cambian de forma y de densidad.
12 de abril de 1991
Sentí
las vibraciones y me dirigí al pie de la cama. Mi visión era brumosa y
desenfocada, por lo que pedí claridad completa. Al instante, mi mente
consciente se sincronizó; mis ideas se aclararon. Mi mente cobró vida y
se llenó de emoción mientras me decía «Esto es mejor que mi cerebro
físico».
De
repente, sentí una intensa necesidad interior de descubrir mi vida
pasada. Espontáneamente dije en voz alta: «Quiero conocer mi vida
pasada».
Inmediatamente,
sentí un movimiento interno y me encontré en un entorno completamente
nuevo. Me rodeaba una increíble escena de destrucción. Estaba en una
amplia calle de una ciudad, y sólo veía edificios demolidos. Comprendí
que la parte superior de mi cuerpo se asomaba por la torreta de un
tanque. Después se me ocurrió que veía a través de los ojos de otro
hombre: un soldado. Yo era ese hombre; sentía sus ideas y sus emociones.
Me
sentía muy arrogante, seguro y singularmente poderoso mientras miraba
los edificios ardiendo y los escombros. Estaba orgulloso de lo que
había hecho. Yo era el comandante de un tanque Panzer alemán. De algún
modo, supe que la ciudad era Varsovia, y que mis soldados y yo
acabábamos de conquistarla.
Mi
tanque se detuvo chirriando en el centro de la que fue una importante
intersección de la ciudad. Varios tanques a mi alrededor disparaban y
bloques de edificios completos se derrumbaban ante mí. Me sentía
satisfecho conmigo mismo. Con un aparato, le espetaba órdenes a un
tanque que estaba a mi derecha. Al estirar mi brazo, observé que mi
uniforme era negro y estaba cubierto de polvo gris.
Súbitamente, una intensa sensación de movimiento, como un vacío, me devolvió a mi cuerpo físico. Abrí los ojos y sentí adormecimiento y hormigueo mientras me integraba con lo físico.
Me
sorprendió la intensidad de la experiencia. No fui un simple testigo,
sino un participante activo. Durante varios minutos sentí lo mismo que
ese hombre: yo era él. Me sentí decepcionado conmigo mismo; me había
imaginado como algo más que un arrogante oficial alemán. Tal vez esto
explicaba mis sentimientos antibélicos y mi fascinación por los
documentales de la Segunda Guerra Mundial. Si este comandante alemán fue
realmente mi última vida física, me preguntaba cuánto de él influía en
mí en ese momento. Comprendí que podría afectarme más de lo que me
gustaría admitir. Mientras trataba de analizarme en la forma más
objetiva posible, surgieron nuevas visiones. Me pregunté seriamente cuán
arrogante, exigente y distante soy ahora. ¿Todavía ladro órdenes y espero obediencia instantánea?
Me
pregunté cuánto de mí estaba influenciado y determinado por mi pasado.
¿Cuán fuerte era esa influencia? Me pareció que tenemos a nuestro
alcance una cantidad ilimitada de autoconocimiento, si estamos
dispuestos a buscarlo. No podía controlar mi curiosidad. ¿Cuántas vidas
anteriores había experimentado? ¿Cuán profundamente influían en mí?
¿Cuánto podría aprender si supiera las respuestas?
7 de diciembre de 1992
Me
introduje en el estado vibratorio y floté medio metro encima de mi
cuerpo. Decidido a experimentar mi cuerpo vibratorio más fino, dije en
voz alta: «Experimento mi cuerpo superior.» Después de una breve
sensación de movimiento, me hallé flotando en una forma diferente. Me
sentía tranquilo y energizado y percibía una energía
interna más uniforme. En lo íntimo, supe que había cambiado a mi cuerpo
de energía interno. Pero me sentía desincronizado y mi visión era
brumosa, por lo que exigí una claridad de consciencia completa:
«¡Claridad!»
Inmediatamente,
mis ideas se aclararon. Me sentía muy ligero y desbordante de energía.
En ese momento, mi propósito destelló en mi mente: «Quiero visitar
otro sistema». Al instante, estaba avanzando por un vacío oscuro a una
velocidad increíble. Al principio, me impresionó la velocidad, pero me
tranquilicé y me adapté a las nuevas sensaciones. En pocos segundos,
flotaba en el espacio. Dirigí mi mirada hacia mí, pero había poco qué
ver: mi forma no tenía brazos ni piernas; era una forma esférica de
energía consciente. Por alguna razón, no me sorprendió, me parecía
completamente natural que no necesitara brazos y piernas en el estado en
que estaba. Giré con lentitud y me concentré en los espectaculares
paisajes que me rodeaban. Con asombro, observé cosas que nunca antes
había imaginado. Había grupos de luces por todas partes, miles de ellos,
como luces de Navidad colgadas en el cielo. Sentí que flotaba en un
océano de luces.
Atrajo
mi atención algo que nunca antes había visto: una forma brumosa como
niebla. Se extendía hasta donde alcanzaba mi vista. Parecía una inmensa
cortina de niebla densa, excepto por su estabilidad, estaba fija,
colgada en el espacio. Pedí claridad y me encontré flotando en una
posición ventajosa diferente, a varios kilómetros de la forma brumosa.
Entonces la vi con mayor claridad. Era más grande de lo que podía
abarcar mi mente, atravesaba el cielo como una frontera interminable.
Súbitamente,
sentí la energía vibratoria de alguien cercano, una radiación intensa
sin forma ni sustancia. Al instante fui consciente de una comunicación,
como una serie de imágenes nítidas que aparecieron en mi mente. Lo que
aparece a continuación es un poco inconexo, pero es todo lo que puedo
hacer para explicar con palabras el significado de las imágenes
internas.
-¿Es hermoso, verdad?
Giré
para ver quién era. La intensidad de la luz cegó mi consciencia.
Comencé a retroceder y a protegerme de su aplastante energía. La entidad
siguió comunicándose con mi mente.
-Me voy a ajustar.
La radiación disminuyó inmediatamente. No percibía forma alguna, sólo luz.
-Como bien comprendes, no tengo forma. Es innecesaria. Pocos de vosotros se atreven a llegar aquí.
No
pude responder, mi mente estaba abrumada y no sabía por dónde
comenzar. El ser de energía debió percibir mi dilema y empezó a
responder.
-Tienes
ante ti una de las muchas maravillas del universo. La infinidad de
niebla que observas es una de las numerosas membranas internas que
dividen las distintas frecuencias del universo. Estás contemplando la
estructura interna del universo. Las estrellas y galaxias que ves a
distancia son sólo la cubierta exterior. La clave para la verdadera
exploración es el movimiento a través de las membranas de energía. A
medida que avanzas hacia adentro, hacia el origen, debe modificarse tu
frecuencia energética. Sólo puedes atravesar las barreras de energía que
concuerdan con tu luz interior. Tienes ante ti la clave de la
estabilidad y de la estructura de todo el universo.
Era
asombrosa la claridad de las imágenes que entraban en mi mente.
Parecía que este ser conocía automáticamente mis pensamientos.
-Toda
energía consciente (las almas) vive dentro de la frecuencia energética
que está en fase con su frecuencia vibratoria personal. La membrana
que tienes frente a ti separa una longitud de onda de otra.
Mientras
miraba, no podía pensar en una respuesta adecuada. No me sentía
preparado, como un niño que tomara una clase de cálculo avanzado. De
nuevo, el ser de energía contestó a mis ideas.
-Estás
preparado, de lo contrario no estarías aquí. Todos estamos donde
debemos estar. Alguna vez fui como tú y tú serás como yo; todos estamos
en un viaje infinito. Tu percepción de mí es inexacta. Soy un niño en
comparación con otros que habitan en el universo. La posible evolución
de la consciencia es ilimitada. Mi identidad no es importante y no se
necesitan las definiciones. Recuerda bien lo que ves, porque el
reconocimiento y la exploración de las membranas de energía afectará
significativamente la evolución de tu especie.
De
algún modo, me confundía la velocidad de la información que entraba en
mi mente y pedí una aclaración. -No comprendo. ¿Cuál es el propósito
de las membranas de energía?
-Simplemente
separan entre sí las diferentes frecuencias energéticas. Estás
observando el punto de convergencia de dos dimensiones diferentes. Cada
membrana suministra la infraestructura necesaria para que exista cada
dimensión. Son las paredes celulares internas del universo viviente.
-Dios mío, es increíble.
-Hay mucho que ver. Tu aventura apenas comienza.
-¿Qué quieres decir?
-Pronto verás lo suficiente.
-Todavía no comprendo.
-Lo harás, amigo mío, lo conseguirás.
Con un sobresalto, volví a mi cuerpo físico. Al principio estaba desincronizado y no podía moverme.
Después de unos veinte segundos, sentí que regresaban mis sensaciones físicas.
Tras
veinte años de experiencias extracorporales, descubrí que la tendencia
natural es que nuestros cuerpos no físicos se vuelvan cada vez menos
densos a medida que continúa la experiencia. Parece que nuestra
frecuencia personal vuelve lentamente a su estado vibratorio «normal» o
natural. Nuestro cuerpo no físico se ajusta a la frecuencia vibratoria
(densidad interna) que es nuestro estado natural del ser. Varios
exploradores extracorporales han hablado de este proceso de ajuste
interno. Robert Monroe hace mención a este cambio cuando describe que su
forma no física adquiere una forma cada vez «menos humanoide» conforme
se extiende la duración de su experiencia fuera del cuerpo.
Esta
tendencia a volver a nuestra frecuencia interna natural tiene otra
implicación importante. En incontables ocasiones he observado que cuando
estoy fuera del cuerpo durante más de algunos minutos, el ambiente
observado se desvanece con lentitud y otro se hace visible. Durante años
pensé que mi visión simplemente ajustaba su capacidad ampliada de
percepción. Pero luego comprendí que esto sólo era una parte. Cuando
estamos fuera del cuerpo nuestra forma física no es estática, como
parece al principio, sino que en realidad es un sistema de energía
expansiva que fluctúa en su frecuencia energética interna. Esto se
observa claramente a medida que controlamos y ampliamos nuestras
experiencias no físicas. En otras palabras, el cuerpo no físico no es
cuerpo en absoluto, sino un sistema energético muy sofisticado que
responde a nuestras ideas. Cuando prolongamos nuestras experiencias no
físicas, nuestra consciencia tiende naturalmente a volver a su verdadero
estado no físico. Aunque suene extraño, estoy seguro de que todos
nuestros conceptos relacionados con la forma y la sustancia son
circunstancias temporales. Me parece que, como almas, no tenemos forma.
Nuestro verdadero yo no es humanoide como nos consideramos en la
actualidad. El alma o consciencia pura no tiene forma y, de hecho, usa
varias formas de energía para su propósito.
En
noviembre de 1993 se me desarrolló una neumonía aguda que me mantuvo
en cama diez días. Durante mi enfermedad me puse muy débil, no comía y
dormía doce horas diarias. Al tercer día, observé un significativo
aumento en mis experiencias extracorporales. Cada vez que me quedaba
dormido, me encontraba flotando arriba o cerca de mi cuerpo físico. El
avance de mi enfermedad coincidió con un incremento de experiencias
espontáneas fuera del cuerpo. Parecía como si la conexión entre mi
cuerpo físico y no físico se debilitara con el progreso de la
enfermedad. En los días más graves, sentí una libertad que nunca había
conocido. Espontáneamente salía de mi cuerpo cuando dormitaba. En
ocasiones sentí como si no estuviera conectado en absoluto con mi cuerpo
físico. Comencé a usarlo como un punto de referencia o un área de
presentación para descansar entre exploraciones no físicas. Durante una
semana me separé tanto que consideré a mi cuerpo físico como un
obstáculo necesario que debía mantener.
Durante
este periodo experimenté un espectacular incremento en las
experiencias extracorporales en serie: generalmente en secuencias de
entre dos y cinco experiencias. Cada experiencia era bastante breve,
duraba desde treinta segundos hasta varios minutos. En pocas ocasiones
observé que la secuencia de sucesos abordase un tema relacionado. Por
ejemplo, una noche dormitaba mientras leía un libro sobre regresiones a
vidas anteriores. Casi inmediatamente sentí las vibraciones y me hallé
flotando sobre mi cuerpo. Mientras flotaba cómodamente, mis ideas
volvieron a la posibilidad de vidas pasadas e inmediatamente sentí un
movimiento.
29 de noviembre de 1993
Estaba
en pie ante las murallas de un castillo mientras salía humo desde
abajo. Durante varios días había participado en una batalla y estaba exhausto y asqueado
de pelear. Comprendí que era un soldado de la época medieval. Habíamos
estado sitiados durante dos meses y por primera vez me preguntaba por
qué peleábamos. Parecía una locura. Había peleado y matado durante
cinco años y estaba harto. Sólo me mantenía en pie mi orgullo y mi
sentido del deber. Después de veinte años de servir con lealtad a mi
rey, sólo poseía una espada y la armadura que me cubría. Al fijar mi
atención, me sorprendió lo real que era. Yo era más que un simple
espectador: de algún modo sentía y pensaba como este hombre, captaba su
dolor y su decepción. Me sentía como él, aunque sabía que no era él.
Sentí mucha tristeza y disgusto, una vida llena con victorias vacías.
Comprendí que el deber y el honor no eran suficientes por sí mismos.
Sabía que la vida era algo más, pero sólo conocía las armas y el arte
de la guerra. Con un estremecimiento, sentí un intenso dolor y un golpe
en la espalda y comencé a perder el conocimiento. En ese momento,
percibí la conocida sensación de hormigueo y me di cuenta de que estaba
de vuelta en mi cuerpo físico. Pensé en volar e inmediatamente me
elevé sobre mi cuerpo. La claridad de mis ideas era sorprendente y
analicé el significado de la experiencia del soldado. Sentí un cambio
en mi consciencia y un rápido movimiento interno. En segundos, estaba
en un entorno completamente nuevo.
Estaba
sentado sobre un suelo de piedra. Por todas partes había docenas de
monjes calvos, sentados en meditación ceremonial. Supe que era un monje
budista. Olía el incienso almizclero que ardía y escuchaba campanas y cantos
rítmicos. Tres docenas de nosotros estábamos sentados en círculo,
alrededor de un altar. Una delgada columna de humo blanco se elevaba del
centro del altar mientras un niño calvo, de unos doce años, daba
vueltas, canturreaba y balanceaba un incensario ornamental de gran
tamaño. Parecía estar en trance. Yo me mecía hacia delante y hacia atrás
y canturreaba suavemente una frase que parecía formar parte de mí.
Todos usábamos túnicas anaranjadas y al mirar mis manos comprendí que
era muy viejo, mis manos y mis muñecas eran delgadas y frágiles.
Estaba contento con mi vida, completamente libre de necesidades y de
deseos. Mi mente estaba en paz. Pronto moriría. Con una ligera sensación
de movimiento, regresé a mi cama. Aunque estaba en mi cuerpo, me
sentía completamente desfasado en él, como si flotara en su interior.
Mi mente todavía analizaba el significado de la experiencia del monje
cuando sentí un movimiento hacia adentro.
De
pronto sentí un frío descomunal. Mi cuerpo y mi mente estaban
adormecidos. Estaba más allá de mi capacidad de resistencia. Me rodeaban
los cadáveres congelados de mis amigos y compañeros soldados, El
terreno estaba demasiado congelado para enterrarlos, por eso estaban
donde cayeron. Mi tanque se había convertido en una tumba helada.
Mi mente y mi cuerpo eran como una concha hueca y rota
de mi yo anterior. Había desaparecido mi voluntad de vivir. A unos
treinta metros observé a dos soldados andrajosos que arrancaban las
botas de un hombre muerto. Junto a mí, una caricatura de hombre que era
un amigo mío, casi sin vida, murmuraba algo. No le entendí, por lo que
me acerqué.
«Por Dios, mátame».
No
podía hacerlo. Me faltaba el valor y la fuerza para moverme. Volvía a
nevar y yo sabía que pronto moriría. Se escuchó un sonido atronador en
la distancia; los rusos pronto estarían allí. No sentía temor, ni odio,
no sentía nada en absoluto. Cerré los ojos y me hundí en la
inconsciencia.
No
podía comprobar que estas tres experiencias fueran vidas anteriores o
que no lo fueran. Sin embargo, fueron tan reales y vívidas como
cualquier experiencia física que haya tenido.
Creo
que cuando exploramos nuevas dimensiones de energía es una decisión
inteligente no emitir juicios. Nuestras preconcepciones de la realidad
física tienden naturalmente a influir en nuestras mentes. La clave de la
comprensión es tratar de mantener una mentalidad lo más abierta
posible.
Durante
el tiempo que estuve enfermo, también comencé a entender con qué
facilidad se pueden controlar las experiencias extracorporales con tal
que recordemos pedir claridad de vez en cuando. En nuestro estado de
consciencia fuera del cuerpo, una simple y firme petición de claridad de
ideas y de visión tiene un efecto tremendo. Al repetir la técnica de
la claridad, encontré que es posible prolongar las experiencias
extracorporales durante varias horas.
Mientras
estuve enfermo, en ocasiones me divertía yendo y viniendo entre mi
cuerpo físico y mi cuerpo no físico flotante. Descubrí un singular
estado de consciencia al que denominé consciencia doble. Encontré que en
ocasiones podía llevar un porcentaje de consciencia entre mis cuerpos
físico y no físico. Era posible percibir ambas formas simultáneamente y
ajustar el porcentaje de consciencia en ambos cuerpos. En otras
palabras, durante breves periodos podemos experimentar el mundo físico y
el entorno no físico, con diversos grados de eficacia. También vi que
era posible controlar el movimiento de la consciencia entre el primer y
el segundo cuerpo de energía. Mediante la voluntad, podemos controlar
este cambio de consciencia; la clave es permanecer concentrado y pedir
mentalmente la segunda forma. También debemos recordar que una vez
separados de una forma específica -ya sea de materia o de energía
estamos en libertad para movernos más allá de ella.
Con
la cantidad de experiencias extracorporales que tuve, aumentó mi
interés en la física. Cuando estaba fuera del cuerpo, observaba con
atención las estructuras energéticas que me rodeaban. Me fascinaban las
formas y las sustancias no físicas que encontraba. Me di cuenta de que
cada entorno y cada dimensión en el interior del universo tiene
semejanzas y diferencias específicas.
La
diferencia más significativa parecía ser la capacidad de respuesta a
las ideas que un entorno no físico determinado tenía. Algunos entornos
no físicos se moldeaban fácilmente con el pensamiento, mientras que
otros eran muy resistentes. Creo que toda la energía no física responde a
las ideas; sin embargo, cuando un grupo de personas mantiene las
mismas creencias, el grupo crea, moldea y conserva una realidad
consensuada. En efecto, la energía-ideas de un grupo forma, estabiliza y
solidifica la energía no física. Cuanto más grande sea el grupo (que
puede ser de millones), más estable se vuelve el ambiente energético
inmediato. Este es un descubrimiento importante porque explica las
vastas diferencias que se encuentran al explorar las dimensiones no
físicas. Por ejemplo, la primera dimensión no física es un mundo
energético paralelo casi idéntico al universo físico. Esta dimensión de
energía existe cerca de lo físico y está moldeada por los pensamientos
consensuados de los seis mil millones de habitantes que hay en el
mundo físico.
La
causa implícita de este fenómeno es notable: la consciencia crea la
realidad. El pensamiento forma y moldea toda realidad, incluyendo la
materia. La creación es el resultado de las ideas-energía conscientes
que influyen, ordenan y manifiestan las formas y las sustancias tal como
las conocemos. Incontables exploraciones no físicas al interior del
universo confirman esta observación. Sólo la densidad de la materia
oscurece esta verdad a nuestros sentidos físicos. En el mundo físico, la
consciencia utiliza para su expresión vehículos biológicos. Nuestros
cuerpos físicos son las herramientas directas de nuestra consciencia;
nuestras ideas dirigen nuestros cuerpos para construir la realidad que
experimentamos todos los días de nuestras vidas. Este proceso de la
consciencia que crea la realidad es más importante de lo que las
palabras pueden expresar. El reconocimiento de esta realidad es el
primer paso hacia el conocimiento verdadero de nosotros mismos y de lo
que nos rodea. Cada uno de nosotros posee la capacidad y la fuerza
creativa para formar y moldear su entorno físico, emocional e
intelectual ideal. No obstante, de nosotros depende reconocer y
ejercitar esa capacidad creativa.
Este
reconocimiento de la fuerza creativa de la consciencia afectará en
forma significativa nuestro futuro inmediato y la evolución de nuestra
especie. Mientras no comprendamos y no controlemos conscientemente las
energías no observables que fluyen por nosotros, estaremos limitados a
las formas moleculares densas que nos rodean. Nuestra evolución, de una
criatura física a un ser multidimensional no físico, está directamente
relacionada con el reconocimiento y el control consciente de nuestras
ideas-energía. Una vez que comprendamos verdaderamente nuestra capacidad
para formar y moldear la energía que nos rodea, podremos tener la
completa responsabilidad de nuestros pensamientos. Con cada idea y cada
acción tomaremos consciencia de que somos los creadores de nuestras
vidas.
La
verdad de esto se hace evidente durante las experiencias
extracorporales. Cuando estamos fuera del cuerpo experimentamos y
exploramos una realidad de una frecuencia más alta, mucho menos densa
que la materia física. Cada idea concentrada puede y debe crear un
resultado inmediato: si pensamos en volar, volaremos; si pensamos en
atravesar una pared, lo haremos. Nuestras ideas ejercen un completo
control sobre nuestra experiencia. Por primera vez, se hace evidente el
verdadero poder creativo del pensamiento. Esta comprensión es un paso
importante en nuestra evolución personal, pues aceptamos que debemos
tomar la responsabilidad de nuestras ideas y de nuestra vida.
El
concepto de que la consciencia crea o moldea la realidad no es tan
inalcanzable como algunos creen. Muchas de las mentes más finas de la
física moderna consideran esta teoría como la base lógica de toda la
realidad. Numerosos físicos, como el eminente David Bohm, Eugene Wigner
de Princeton, Henry Pierce Stapp y los legendarios Walter Heitler,
Fritz London y John Van Neumann apoyan la teoría cuántica de que «la
consciencia crea la realidad». Cada vez más, físicos y matemáticos de
todo el mundo llegan a la misma conclusión: los objetos físicos no
tendrían atributos si no los contemplara un observador consciente.
Eugene Wigner, ganador del Premio Nobel, resumió esta observación cuando
declaró: «No es posible formular las leyes de la mecánica cuántica en
una forma completamente consistente sin hacer referencia a la
consciencia... En cualquier forma que se desarrollen nuestros conceptos
futuros, seguirá destacando que el estudio del mundo externo conduce a
la conclusión de que el contenido de la consciencia es la realidad
máxima».
A
medida que continuaron mis exploraciones no físicas, llegué a
comprender que observaba e interactuaba en una dimensión energética
paralela. Mis conceptos de espacio, tiempo y distancia ya no parecían
válidos. Comencé a reconocer que la dimensión que exploraba cuando
estaba fuera del cuerpo era muy parecida a la física; de hecho, no
estaba separada por el espacio o la distancia, sino más bien por una
frecuencia o densidad energética. Aunque suene extraño, las otras
dimensiones (posiblemente una cantidad infinita de ellas) existen en
nosotros ahora, en este momento. Además, observé que todos los objetos
físicos poseían una contraparte o duplicado energético no físico que
parecía similar a un molde de energía. Por ejemplo, la dimensión no
física más cercana y sus estructuras energéticas coexisten con las
dimensiones y funciones físicas como una subestructura energética de la
propia materia. Sin embargo, las mismas subestructuras no físicas
también existen completamente independientes del universo físico.
Los
entornos no físicos inmediatos que encontré parecían representaciones
físicas de la materia. Estos objetos no físicos, aunque con una
estructura estable y muy parecidos a la materia, a menudo no eran un
duplicado exacto de mi ambiente físico. Al principio esto resultaba
confuso, pero lentamente aprendí que con frecuencia necesitaba revalorar
mis expectativas de la realidad.
Hice
varias observaciones sorprendentes. En primer lugar, suponemos que
nuestro ambiente físico es la base firme y estable de la realidad.
Consideramos la densidad y la forma como la prueba definitiva de lo
«real». Pero, ¿qué pasaría si nuestras suposiciones fueran erróneas?
¿Qué sucedería si la realidad dependiera totalmente de la frecuencia
vibratoria del observador? ¿Qué ocurriría si hubiera numerosas, o
incluso infinitas realidades, infinitas dimensiones de energía?
Segundo,
después de explorar detenidamente el ambiente físico inmediato,
comencé a cuestionar si el mundo físico es un duplicado del no físico o
viceversa. Esta observación era importante porque apuntaba a la
estructura fundamental de toda la energía, de la materia y de la
realidad tal como las conocemos. Al principio supuse que la dimensión no
física paralela era el resultado de la materia. Pero con la
experiencia tuve que reconocer que no era así. El universo paralelo era
en realidad un universo de energía separado que funcionaba como una
subestructura invisible de todas las formas y sustancias de la energía
física. Lo no físico y lo físico eran elementos inseparables de lo
mismo. Tercero, en forma gradual comencé a entender que en realidad
observaba una continuidad de energía. Todos los objetos físicos que
observamos a nuestro alrededor existen en múltiples dimensiones del
universo. Aunque parezca increíble, el resultado final estaba claro:
todos los objetos físicos, incluyendo todas las formas de vida, tienen
una naturaleza multidimensional. Todo lo que nos rodea existe como una
continuidad de energía.
La
materia no es el centro de la realidad. En lugar de ello, parece ser
el resultado de una serie de interacciones energéticas que ocurren en
las dimensiones invisibles. Con cada experiencia extracorporal
comprendía más claramente que la materia es sólo una parte diminuta
de los entornos energéticos que existen. En muchos aspectos, la materia
es el resultado externo y denso de una extraordinaria cadena de
sucesos que ocurren más allá de nuestra visión física.
Me
parece que nuestra percepción de la materia, del universo visible y
del lugar que ocupamos en el universo es totalmente imprecisa. El
universo que vemos no es el centro de la realidad; es sólo la cubierta
externa, la delgada capa epidérmica del universo invisible. Con el
tiempo, me convencí cada vez más de que todo lo que consideramos sólido
y real es sólo un vehículo temporal de la consciencia. Esta realidad
sólida que nos rodea, sólo nos parece real porque nos concentramos en
nuestros sentidos físicos. Una vez que nos separamos de nuestro cuerpo
biológico, el mundo material parece un mundo de fantasmas, de formas
brumosas y etéreas.
Con
cada experiencia extracorporal, observé que los objetos físicos
sólidos que nos rodean parecían formas vaporosas. En varios casos, los
objetos físicos como los muros y los muebles parecían imágenes
holográficas que poseían una sustancia definida pero vaporosa. Si
intentaba tocar estos objetos, mi mano los atravesaba. A menudo, sentía
un hormigueo cuando mi mano o mi cuerpo atravesaban los objetos
físicos, pero estos ya no parecían reales en relación con mi nueva
frecuencia vibratoria. Además, observé que cuanto más tiempo permanecía
separado de mi cuerpo, más parecía desaparecer de mi vista el ambiente
físico inmediato. Se hizo evidente que la única realidad para mí eran
los objetos o los seres que vibraban en frecuencias cercanas a mi nueva
frecuencia personal. En otras palabras, la realidad depende de la
densidad vibratoria del observador.
A
primera vista, esta observación parecía extraña; no obstante, la
física moderna ha aportado ciertas evidencias que ayudan a explicarla.
Por ejemplo, los científicos han demostrado que la luz visible existe
simultáneamente como partícula y como onda.
En
la actualidad, la naturaleza doble de la luz es un hecho reconocido
por la ciencia. Creo que la naturaleza partícula-onda de la luz ofrece
evidencias sustanciales de que toda la energía es una continuidad de
frecuencias (dimensiones) múltiples que se extiende mucho más allá de
las partículas densas de la materia que observamos a nuestro alrededor.
Igual que la luz posee una naturaleza doble, es tanto partícula como
onda, todos los objetos físicos y todas las formas de vida están
formados tanto por partículas físicas como por componentes energéticos
no físicos. Esta es la continuidad interconectada de energía que crea y
sostiene todo el universo multidimensional. Todos los objetos físicos
que nos rodean son en realidad el resultado externo y denso de esa
continuidad de energía. Igual que la luz existe como partícula y como
onda en el mismo instante en el tiempo, todos los objetos físicos
existen simultáneamente como formas moleculares densas y como formas
espirituales no físicas. Comprender esto abre la puerta a una nueva y atractiva frontera para la exploración y la investigación.
Segunda parte
LA SOLUCIÓN A NUESTROS MÁS GRANDES MISTERIOS
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